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Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Voto de El Golo Cine:
8
Drama Una mujer y su hija de 14 años, sonámbula, en pleno despertar. Un matrimonio en los bordes de una crisis silenciada. Una familia ritualista, matriarcal y endogámica. Abuela, hermanos, primos. Un nuevo verano, sudor, alcohol, tradiciones. Cuerpos desnudos, cuerpos que cambian y las miradas sobre esos cuerpos nacientes. Un nuevo festejo de fin de año en la vieja casona histórica familiar es la encerrona para que los sonámbulos finalmente despierten. (FILMAFFINITY)  [+]
28 de enero de 2021
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Los Sonámbulos (2019) es la película argentina preseleccionada para los próximos premios Oscar. Dirigida por Paula Hernández cuenta un drama de suspenso familiar, con algún elemento de terror, a partir de una reunión en una casa en el campo por Año Nuevo.

Por Nicolás Bianchi

Todo apunta a que algo está muy mal en la familia que se presenta en Los Sonámbulos, película estrenada a fines de 2019 en varios festivales y salas todavía abiertas unos meses antes del inicio de la pandemia. La primera escena establece un marco de oscuridad que no deja la pantalla en ningún momento. En medio de la noche Luisa (Érica Rivas) se despierta repentinamente. Escucha el sonido del agua que corre porque hay una canilla abierta. Luego de algunas vueltas por la casa encuentra a su hija Ana (Ornella D´Elía), que sufre de sonambulismo, parada en el hall y manchada de sangre.

En principio no es nada grave ni fuera lo corriente. No es el primer episodio de Ana caminando dormida, aunque es significativo que esta vez haya coincidido con uno de sus primeros períodos menstruales. La secuencia, que en todo momento sigue o de frente o por detrás al personaje de la madre Luisa (Érica Rivas), bien podría corresponder a un film de género. Hernández continúa con esa disposición durante toda la película. La cámara sigue o a Luisa o a Ana en casi todo momento. Ellas son las protagonistas a través de las cuales la directora elige contar la historia.

Junto a Emilio (Luis Ziembrowski), el padre, llegan a una bonita casa de campo en la que pasarán el Año Nuevo con el resto de la familia, como es tradición. Luisa, cuyo rostro está ajado por alguna verruga y su pelo tiene canas que denotan no solo el paso del tiempo sino también algo de estrés, bebe tragos y copas de vino tensamente. Necesita de alguna ayuda espirituosa para pasar el tiempo. Es una mujer en crisis, que comienza a ver como su hija entra en una etapa en la que se aleja y la deja expuesta, sola, en una vida matrimonial incómoda.

Los demás personajes continúan agregando matices disfuncionales a las relaciones familiares que, en almuerzos, cenas, en tardes al borde del río o la pileta continúan en crecimiento hacia un lugar que es cada vez más oscuro. Hay resentimientos y secretos, personas que no están y a las que ya casi no se nombra, fotos recortadas y además relaciones ásperas porque todos dependen de una compañía editorial que es además una empresa familiar.

El sonambulismo de Ana es una mala herencia familiar que también padece la abuela Memé (Marilú Marini), ya viuda y con deseos de vender el caserón que no le interesa sostener más. Los adultos de la familia se completan con Sergio (Daniel Hendler), hijo de Memé y hermano de Emilio, un distraído hombre recién separado que parece tener algún problema de escasez de dinero, y la hermana Inés (Valeria Lois), madre soltera agobiada por la crianza de un bebé que no para de llorar. Del lado de los jóvenes se destaca Alejo (Rafael Federman), el más grande de los primos que vuelve con regalos para todos luego de un largo viaje. El joven veinteañero despierta cierta curiosidad en la púber Ana y lleva con si algún trasfondo de adicciones y descontrol. Pero de eso en la familia no se habla.

La referencia a La Ciénaga (2001), de Lucrecia Martel, es inevitable ya que el planteo es muy similar aunque aquí la mirada se cierra sobre todo en Luisa y Ana. A través de ellas se cuenta una historia más oscura y menos pintoresca que la de la directora salteña. El punto de vista está dado por las mujeres que quedan fuera de las grandes decisiones familiares, como el futuro de la casa y de la editorial, y además se ven amenazadas, de distinta manera, por el padre Emilio y el primo Alejo. La menstruación, a su vez, marca el paso de una joven hacia una situación de mayor volatilidad y peligro.

Con un último acto furioso y despiadado Los Sonámbulos, no tanto por lo que cuenta sino por como lo hace, está más cerca de un thriller de terror que de un drama familiar ordinario. La molestia, lo espeso de la situación y la sensación ominosa que se instalan desde la primera escena no dejan nunca la pantalla. Se trata de una película tan incómoda como debe ser encontrar a alguien en el medio de la noche parado y con los ojos abiertos, aunque esté dormido.
El Golo Cine
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