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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Un matrimonio del norte de humilde condición suspira por tener un hijo, pero el destino les da una niña. Poco tiempo después, sin embargo, nace el ansiado varón. Un hecho terrible hará que madre e hija no se hablen durante quince años. (FILMAFFINITY)
4 de febrero de 2024
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En 1991, obtenía la Concha de Oro del Festival de San Sebastián y algunos importantes Premios Goya un desconocido director vasco con su fascinante ópera prima. Se llamaba Juanma Bajo Ulloa y, a través de su atrevida concepción visual y su temática desprejuiciadamente perturbadora y valiente, nos cambiaba la vida a muchos al contemplar por primera vez “Alas de mariposa”. Había logrado crear un nuevo género: el drama familiar con tintes terroríficos donde la familia es el germen de los elementos del cine de género. Había nacido un nuevo camino a través de unas formas visuales desconocidas hasta entonces en nuestro cine, por góticas e inquietantes a la par que contemporáneas, para contar una historia radical y cruda, terrible y dramática, fascinante como pocas.

La familia como núcleo del terror de una niña reservada y sensible con muchas cualidades artísticas llamada Amanda (impresionante las interpretaciones de Laura Vaquero y Susana García en sus dos etapas vitales), el terror al abuelo (Txema Blasco) que golpea rítmicamente el suelo con su bastón y que protesta malhumorado por tener una nieta y no un nieto; el terror a un padre religioso (Tito Valverde) que quiere imponer su creencia a su hija como si la fuera a salvar de todo lo que la rodea; el terror a una madre supersticiosa y con tendencia al desequilibrio (magistral Silvia Munt); el terror a un hermano menor que la desbanca del centro del hogar familiar; el terror a explorar nuevos caminos artísticos cuando se tienen todas las cualidades innatas para ello; el terror a todo lo que viene de la calle; el terror al machismo impuesto a sangre y fuego en la familia tradicional donde el varón es preponderante; en suma, el terror a vivir.

Con una caligrafía visual neogótica a través de una portentosa dirección de fotografía de Aitor Mantxola y Enric Daví, acompasada por una partitura musical prodigiosa de la espectacular Bingen Mendizábal que acaba resultando pieza clave en la evolución dramática del film, todo gira alrededor del personaje de una niña muy especial y perturbadora, Amanda, eterna Amanda, interpretada magistralmente en dos etapas distintas: por Laura Vaquero como niña y por Susana García como adolescente. Parece magia lo que Juanma Bajo Ulloa extrae de ambas actrices y cómo consigue fundirlas una en la otra para que la evolución resulta creíble. Parece magia pero no lo es, se trata de mucho trabajo en la dirección de actores y una genialidad manifiesta.

Todo para sostener un prodigio argumental fundado en un histórico guión firmado por Juanma y Eduardo Bajo Ulloa que escarba en las miserias de la institución familiar hasta encontrar el pozo sin fondo de la más terrible de las tragedias, que acabaría completando Bajo Ulloa con el resto de una trilogía no confesa compuesta por “La madre muerta” y “Baby”, igualmente imprescindibles.
Sergio Berbel
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