Fuqua todavía está por firmar una película con verdadero empaque. Incluso la que probablemente sea su mejor obra, ‘Training Day’, acaba echándose a perder en su tercio final. Su puesta en escena es atractiva, sabe mover la cámara, maneja la estética sucia y el tiro a bocajarro. Sus personajes son aparentemente complejos, casi siempre atormentados, corrompidos, y el ambiente de tragedia está presente desde el primero hasta el último de los fotogramas.

Pero detrás del deslumbrante chasis no hay casi nada. Al menos en esta aventura neoyorquina plagada de negros chungos, polis corruptos, putas por cuenta propia y ajena y un abuelete a punto de colgar la placa.

El director nos cuenta las historias paralelas de tres polis del NYPD, Cheadle, un detective infiltrado en una banda de traficantes; Hawke, un inestable agente acuciado por su complicada situación familiar, sus pajas mentales en torno a la religión, la culpa, y su amor por el dinero; y Gere, un poli desengañado de su profesión y asqueado de la vida, a punto de formar parte del club del jubileo.

Evidentemente, las historias acaban confluyendo, pero el discurrir es tan poco inspirado y previsible que el supuesto clímax final no es tal. Sobran muchos minutos, falta bastante luz y, sobre todo, se echa en falta una buena dirección. Los actores dan el pego, pero esto lo hemos visto ya mil veces.