Como en casi todas las entregas de la serie, lo mejor son los primeros minutos, con planos que han pasado a la historia del cine, como la gigantesca bola rodante o la huida en hidroavión en medio de una lluvia de proyectiles lanzados por indígenas con el punto de mira ridículamente desviado, todo hay que decirlo. También cuenta con el mejor protagonista femenino de la saga, encarnado por Karen Allen, y unos villanos bastante más consistentes que los de los capítulos posteriores. Es, además, la que tiene un gusto más clásico a película de aventuras de la vieja escuela, la que cuenta con un guión mejor construido y, en definitiva, la película más redonda de la tetralogía indianesca. Es cierto que algunas secuencias de acción y los efectos especiales han quedado un tanto anticuados, pero eso sólo es achacable a los avances tecnológicos y no a la impericia de Spielberg. Un buen entretenimiento, qué duda cabe, y una película mítica que recuperó un género fosilizado. Pero sigo sin entusiasmarme ni siquiera con este capítulo inicial de las andanzas del doctor Jones y sus reliquias místico-atómicas. Me parece que le sobra espectáculo y le falta corazón.