Algunos han calificado al Ché de Soderbergh de panfleto propagandístico. Quizá sea exagerar, aunque es indiscutible el tono hagiográfico en el que la película retrata al guerrillero argentino. No podía ser de otro modo, pues la base del guión son los propios escritos de Guevara, convenientemente aligerados. Si alguien quiere tomarse la molestia de leer alguno de los infumables escritos del Ché, comprobará que su batiburrillo marxista, además de contradecirse casi a cada instante, levanta dolor de cabeza. En realidad, lo que me ha convencido de que no era un panfleto puro y duro, es el hecho de que las dos parejitas que había detrás de mí en el cine, ya entradas en años y nostálgicas de la hoz y el martillo, han salido despotricando. “Esto ni es cine ni es nada”, decía uno. Y la otra le secundaba: “Si después de una película sobre el Ché no sales del cine dando vivas a la Revolución, es que no entiendes la vida (sic)”. Cantemos, pues, la Internacional.
La recreación de Benicio del Toro es magnífica, y el tratamiento realista, casi documental de los acontecimientos, también funciona. Me ha gustado el sentido del humor que destila en algunos momentos, y su agilidad narrativa, que hace que las dos horas largas que dura se pasen rápido. Puesto que falta por ver la segunda mitad de la película, creo que habrá que darle un voto de confianza. Hasta el momento, cuestionable en su partidismo, pero en cualquier caso interesante.