Noche de Navidad, momento ideal para ver una película en familia. Todo el mundo te mira como responsable de la filmoteca. Menudo marrón, contentar a tanta gente de tan diversa índole en una fecha tan especial. Es la situación ideal en la que hay mucho que perder -te acusarán de ser un Grinch que ha arruinado la Navidad- y poco que ganar -nadie valora nunca lo difícil que es elegir una película que no vas a ver tú solo-. De pronto, cuando ya has desechado a Lars Von Triers (no se puede contentar a todo el mundo y el primo gafapasta pedante de tu primo no cuenta) y tienes el cerebro a punto de estallar sopesando pros y contras de “Transformers IV” (y que la abuela te desherede) frente a “La mujer invisible” (y que la gente se vaya a los quince minutos), aparece el siempre infalible Kevin Costner haciendo de espía y asesino. ¿Qué puede salir mal?

Pues en principio nada. La estética es moderna y la trama parece hecha a la medida de un hombre que bordó un papel como “Mr. Brooks”: un espía/asesino de la CIA que quiere cambiar de trabajo para dedicarse a su familia pero, como desgraciadamente suele pasar en esos casos, la cosa no es tan fácil como acogerse a un ERE o acercarse a ver a Recursos Humanos. Siempre suele surgir algo de última hora que te obliga a seguir otro poco más, lo mismo tienes que derrocar a un gobierno como que te secuestran a la señora. Como digo, tanto por recursos técnicos, como argumento, como reparto (Costner, Connie Nielsen, Amber Heard, Besson firmando el guión…) la película debería funcionar bien o, como mínimo, lo justo para pasar el rato sin protestas.

Y sin embargo lo que tenemos es un cúmulo de contradicciones. Por un lado es una “LucBessonada”, o sea, absurda pero entretenida, sin Luc Besson, o sea, que se queda sólo en absurda. Por otro lado es una especie de mezcla de parodia del cine de acción y comedia negra, dirigida a un público familiar pero que enganche a la parte juvenil y que los adultos se sientan cómodos. Buf, demasiado arroz para tan poco pollo. Hay muchos tiroteos y muchas muertes pero todas muy artificiosas (amañadas) y aparatosas (cómicas), como queriendo contentar a los que quieren marcha y a los que no les gusta la sangre. El ritmo pasa de lo trepidante (vamos de allá para acá, corre, corre que alguien puede morir) al frenazo en seco para meter un chiste facilón o un porrazo cómico. Todo un ejercicio de buenrollismo que no deja contento a nadie.

A pesar de toda su traca y del magnetismo de Costner, aburrida tirando a coñazo. Un error. El año que viene tengo claro que pongo el especial Navidad de José Motta y los duetos de Raphael y me quito de líos.