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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Fantástico En una fiesta en casa de Lord Ascott, Alicia se encuentra con Ábsolem, que ahora es una mariposa monarca azul que ayuda a Alicia a regresar al fantástico mundo de Infratierra, donde encuentra a sus amigos: el Conejo Blanco, el Gato Sonriente, Lirón, la Liebre, los Tweedles y el Sombrerero Loco, pero éste, desafortunadamente, ya no es el mismo: ha perdido su “muchosidad”. Alicia tendrá entonces que ir a ver a Tiempo. Tiempo, una peculiar ... [+]
8 de junio de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En algún momento de esta larguísima y caótica película, a uno le da por preguntarse donde quedó el cuento original de Alicia.
Sí, ese que no necesitaba lógica ni cronología: ese que solo existía, y hacía existir a una oruga fumadora, un conejo de chaqué, y al inolvidable gato de amplia sonrisa. Lewis Carroll lo ideó para burlarse de una sociedad rancia y encorsetada, que rechazaba la imaginación mientras celebraba la mediocridad, despreciando a cualquiera que se saliera de ese esquema.
Pero, mirado desde el prisma adecuado, también era una perversa fábula sobre la inocencia, siempre amenazada por lo siniestro o lo irreal, siempre abriéndose camino para descubrir que imposible solo era una palabra, nunca un hecho.

A 'Alicia a través del Espejo', como a su predecesora antes que a ella, se le llena la boca con estas palabras, y sin embargo se nota descaradamente que no cree en ellas: esto no es tanto una adaptación, sino una perversión, domesticada y deformada hasta el límite, afortunada si logra (re)crear una décima parte de la fantasía de Carroll.
Alicia vuelve, sí, y lo más notable es que esta vez parece tomar algo más las riendas de su vida, como se encarga el prólogo de dejarnos claro, presagiando quizás una aventura distinta, algo más madura de lo que podría parecer en un primer momento.
Y otra vez se desperdicia una oportunidad, al dotar no solo de motivaciones y nombres a lo que para Carroll solo eran fantasmales muestras de irracionalidad, sino también de cronología, orígenes y hasta familia. El País de las Maravillas, señoras y señores, desnaturalizado hasta el extremo, víctima prostituida de precisamente lo que en el papel intentaba denunciar: que la fantasía no entiende de límites o consecuencias.

De hecho, durante un pequeño tramo de incertidumbre, parece que sí habrá consecuencias, y uno cree que esta bastarda adaptación desvelará por fin el propósito por el que fue así recreada... no lo hace, claro, porque eso sería hermanarse con los siniestros ecos de Lewis Carroll, justo lo que nunca se ha querido o ni siquiera intentado (*).
No ayuda a que precisamente sus actores dejen a un lado su locura innata, dejando claro que si se han embarcado de nuevo ha sido con el símbolo del dólar brillando en los ojos, y no otra cosa. Quién les puede culpar viendo el resultado final, claro, a excepción de un más que correcto Tiempo que encuentra una serena carisma en las facciones de Sacha Baron Cohen.

Al final, lo único que queda son las bonitas vistas, que lo serían aún más si se olvidarán de su blandeza para reflejar un poco más la turbación mental de su protagonista (que al fin y al cabo es de lo que se trata) (**).
Tampoco lo hacen, y en su lugar parece haber una sucesión de cómodos lugares comunes, disfrutables en cuanto pasan por la pantalla, pero completamente olvidados cuando la abandonan.
Hasta el periplo por el manicomio es fugaz e irrelevante, como si hubiera cobardía en retratar a Alicia como la víctima acosada de dos realidades que no comprende.

Sin embargo, no deja de ser una víctima a ojos del espectador: pobre Alicia la de Disney, atrapada para siempre en un país de brillantes colores y reconfortantes pensamientos, para nada perturbada por la incesante madurez que llama a su puerta.
Ya lo sabía Lewis que, si algo no era blando ni cómodo, eso debía ser la propia fantasía. Por eso escribió un libro acerca de ello. Y otros podrían tomar nota.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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