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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Drama Tras haber defendido el título diez veces, el campeón mundial de boxeo Rocky Balboa (Silvester Stallone) ha decidido retirarse. Sin embargo Clubber Lang (Mr. T), un boxeador muy agresivo que ha ido escalando puestos a base de destrozar a sus rivales, desea arrebatarle el título. Pese a la negativa de Rocky, Clubber consigue provocarle para que acepte el desafío, y esta vez el resultado del combate se presume bastante incierto. (FILMAFFINITY) [+]
20 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, la soberbia acecha a Rocky Balboa.
No esa soberbia arrogante propia de los campeones, no, sino la peor, la más difícil de borrar, la que da la comodidad del paso del tiempo.
En una saga preocupada por el aprendizaje moral de su protagonista, pocos retos hay más atractivos.

'Rocky III' se inicia con sudor y sangre.
Los de todos los combates que Rocky se ve obligado a mantener con el fin de mantener su título, empezando con el último cara a cara contra Apollo Creed, y continuando con los de miles de aspirantes que mordieron el polvo. Pero a la vez, entre esos combates, empieza a asomar el peor lado de la fama: los contratos publicitarios, que sirven para comprar mansiones y asegurar el tren de vida, pero poco hacen por el esfuerzo.
Es imposible no darse cuenta del contraste, hasta que lo cómodo y lo fácil se imponen en el plano.

Mientras tanto, durante esos combates, un ansia se forjaba entre el público.
Uno puede cometer el error de pensar en Clubber Lang como un villano o algo parecido a ello, pero no sería justo: ¿acaso no está en la misma posición en la que estuvo el Potro Italiano años antes, creciendo a la sombra de los campeones, sin que nadie le diera una oportunidad?
Su historia es la misma que la de aquel que hemos visto subiéndose al ring una y otra vez, por lo que los juicios están fuera de lugar cuándo se ve su mirada de decepción en el público. La misma mirada de decepción que tuvieron todos los que alguna vez quisieron llegar a algo, la misma que pertenecía a Rocky Balboa.

Es tras un combate con un adversario gigantesco, Hulk Hogan en su máximo exponente de carisma, cuando los velos se rompen y asoma la verdad de que Rocky puede llegar a ser abatido, incluso en un combate benéfico. Cuándo Philadelphia erige una estatua en su honor Clubber no lo aguanta más: se venera a un farsante por lo que fue, y él mismo le desafía a que pruebe lo que es.
Los paralelismos entre dos luchadores iguales son evidentes, pues Rocky entrena en una suerte de feria dedicada a su nombre, posando para todos y no prestando atención al trabajo duro, mientras los gruñidos animales de Clubber llenan un gimnasio sucio y olvidado. No era muy diferente ante el gran combate contra Apollo Creed.

Es, de hecho, Apollo Creed quien tiene que venir en ayuda de su antiguo adversario y señalarle lo más difícil de soportar una vez cometes el error de creerte invencible: el silencio, el silencio de la derrota y el arrepentimiento, llenan cada esquina.
La alianza entre los dos rivales es completamente natural, pues ambos son dos dinosaurios que tuvieron que dejar espacio a la nueva sangre que iba a sustituirles forzosamente. Rocky tiene que dejar de estar entre algodones, y volver a entrenar, volver a sufrir, y volver a estar al borde de la rendición.

Sería una rendición completa si no fuera por Adrian: más que nunca el corazón de esta saga, que aparece siempre para poner claras las cosas, le enseña a Rocky que todo lo ganado o perdido no es excusa para salir una vez más a luchar. Y que el mayor error que se puede cometer es pensar que solo tú te estás aguantando, y que no estás dejando claro quién eres en cualquier gesto.
Clubber Lang deja clara su posición al mencionar que no odia a Rocky Balboa, solo luchará por defender lo que tiene. Lo que tienen estos boxeadores, fracasados o triunfadores, es lo único que deben defender, y se deja claro que es lo que les hace subirse una vez más al ring, aguantar las burlas o el inclemente público, porque pareciera que solo se juegan su cara, cuando llevan todas sus ilusiones a la espalda.

Esta vez, Rocky debe volver, cuándo más lo necesita, a sentir de verdad el dolor, el sudor, y el viento cuando se corre de verdad. Porque solo así podrá triunfar de verdad.
Y de final queda esa defensa de lo auténtico, de lo hecho con esfuerzo y sin necesidad de publicidad. Porque las ilusiones solo se ganan de verdad cuando no les importa a nadie más que a nosotros.
Charles
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