Da un poco de pena comparar la situación de las dos películas sobre la Bruja de Blair en su llegada a los cines, desde el lejano 1999 al actual 2016 (exceptuando la secuela de dudosa procedencia del 2000, que era una engañabobos de manual).
La primera fue recibida con un merecido aura de leyenda, inundando periódicos, nacientes foros de internet y publicidad en general sobre la siniestra historia que pudo tener lugar o no cerca de Burkitsville... mientras que la segunda ha venido con una notable intrascendencia, con una campaña de publicidad que no ha interesado a casi nadie y con cuatro gatos yendo a los cines para presenciar otro ejemplo más del agotado género "cámara encontrada".
Ni el ocultamiento de su verdadera naturaleza hasta hace escasos meses ha sido algo aplaudido (fue conocida como 'The Woods' hasta la pasada Comic-Con) ni la perspectiva de volver al universo de una película de culto ha movido el interés de la gente.

¿Qué ha pasado?
Nosotros. O, mejor dicho, el tiempo ha pasado con nosotros.
El género del terror se ha movido en la última década y media dando pulsos al público, canibalizando nuevos puntos de vista tan pronto como aparecían (los espectros de 'Insidious', el supuesto realismo de 'Paranormal Activity'...) y masificándose hasta tal punto que muchísimas películas se estrenan en plataformas de streaming digital casi cada día.
La pregunta a realizarse en esta situación es hasta que punto merecía la pena volver a Blair, y de qué manera. Algo a lo que creo que los productores de esta secuela han respondido, desgraciadamente, con símbolos del dólar en sus ojos, y seguridad de que están moviendo una marca "mundialmente" conocida.

'Blair Witch' no es un desastre, pero hace poco por no serlo.
Es la clase de película que cree estar jugando con las mismas armas que su predecesora, y se equivoca mortalmente: aburre su lento tramo inicial con jóvenes que no nos importan un carajo, carece de sorpresa ninguna y traiciona su propio argumento cuando le conviene porque hay que montar alguna excusa para repetir el esquema de la primera.
La inquietud brilla por su ausencia, los sustos están tan sobados que se hacen familiares. Ahora viene el "repentino personaje que entra en plano", ahora la "herida que da asquete", ahora el "loco random que no explica y solo alborota", que no falte el "entorno asfixiante con la cámara pegada a una cara"... parece que han hecho una lista y han ido tachando.
¿Queda algo por lo que interesarse? La bruja de Blair si acaso, obligada a salir porque "ya toca" (¿mantener misterio hoy en día? JAJA), y desaprovechada en los pocos puntos interesantes que el guión añade a su mitología. Por no decir que llega tarde a su propia peli, después de desesperantes planos a la oscuridad que no aportan nada, y escenas de relleno que van a la ídem.

Nadie ha organizado un rodaje improvisado, ni hecho una campaña de promoción brutal.
(Igualmente nadie ha mirado el guión para ver si merecía la pena)
Esta segunda parte ha caído víctima de su propia trampa, de un género donde antes se alababa su sencillez y todo el mundo celebraba su frescura, y se ha convertido en el cebo perfecto para la situación actual de dicho género, donde los derivados (precuelas, remakes, secuelas) se han convertido en norma y cuatro falsos gurús tienen la necesidad de gritarle al mundo desde su twitter que han descubierto la octava maravilla del terror, aunque pocas veces lo sea de verdad.

La bruja de Blair ya estaba muerta, el género la mató.
Su error ha sido levantarse de la tumba para darse con la tapa del ataúd.