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Costa Rica Costa Rica · Me encantan las galletas
Voto de Javier Moreno:
9
Drama Versión libre, de carácter gótico, del popular cuento de los hermanos Grimm, que ha sido ambientada en España durante los años 20. Blancanieves es Carmen, una bella joven con una infancia atormentada por su terrible madrastra Encarna. Huyendo de su pasado, Carmen emprenderá un apasionante viaje acompañada por sus nuevos amigos: una troupe de Enanos Toreros. (FILMAFFINITY)
27 de febrero de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La referencia a The Artist es admisible por el corto espacio de tiempo entre obras relevantes dentro de un mismo carácter. La rápida reacción crítica por la tauromaquia en la película también es entendible, pero habríamos de debatir aquí temas que se nos hacen difíciles, excesivamente grandes y fuera de lugar para un análisis cinéfilo. Por eso, en ambos casos, intentaremos sortear las balizas con el único fin de enfocar la mirada sobre lo destacable y analizable de Blancanieves, una obra muda y en blanco y negro del loco Pablo Berger.

Las premisas eran harto complicadas, de difícil digestión y rozaban el surrealismo. Una película en blanco y negro, que se llama Blancanieves porque se basa en el homónimo cuento infantil, donde una traumatizada niña huye, junto a una troupe de enanos toreros, del hogar de su madrastra tras la muerte de su padre. Añadamos que el ambiente costumbrista envuelve a los protagonistas en una acción sin diálogos, muda y, ah, en 2012. ¿Se podría estar más lejos de la aceptación por parte de una productora?

Empecemos. El atractivo y el escepticismo estaban servidos, pero las críticas profesionales la ensalzaban lo suficiente para otorgarle algo de confianza. Macarena García es la nieta de Ángela Molina e hija de Inma Cuesta, quien muere y deja a su pequeña huérfana. Su padre, torero aclamado y venerado, sufre una terrible (tal vez justa) cogida y permanece convaleciente. Apartado el patriarca de las tareas, con la mujer fallecida, Maribel Verdú se hace con el poder de la casa tras embelesar y casarse con el padre de la inocente criatura.

Así, nuestra Blancanieves será maltratada y obligada a los peores oficios por parte de su madrastra. En la huida de un hogar que algún día ha de recuperar, se une a una troupe de enanos toreros que la acogen y llevan de nuevo a los ruedos, donde recordará quién es. El veneno con el que será castigada definirá su destino, lejos de las míticas reproducciones de Disney.

De una factura técnica impecable, Berger se luce en casi todos los ámbitos. Posee una seguridad que aplaca, calma y sosiega. La luz es perfecta, lo que hace del color un accidente contingente. La fotografía, por esa luz y por las localizaciones, atrezzo, acertadísima escenografía y plantel corporal, de infarto. Pero no es sólo un despliegue de calidad es una adaptación de corrosivo acierto.

Una dolorosa historia marcada por las tragedias y las desavenencias entre familias en la que el mal vence por imposición de condiciones. Por mucho que se recupere a los seres queridos, la herida nunca sanará. Y no se le escapa a Berger, pues el guión también es suyo, que en este país las tragedias no son causa ajena, sino atraídas y conformadas por nuestras propias artimañas. Los velos, el ritmo, el luto, los jaleos y la crueldad. La pasión, la envidia, el insulto y el honor. Carácter de cultura que riñe entre gemidos.

El disfrute de la cinta es asegurado. Hora y media amena que pasa como trago dulce debido también a la gran banda sonora que ilumina y colorea los silencios provocados.

Nacida de una historia plana, se tornea y dimensiona para aportar algo nuevo. Lastrada por la disputa entre los dos irreconciliables bandos, abandona la lucha para centrarse en el arte. Y en cuanto a los animales, sólo esperamos que se hiciera como suele ser costumbre, respetando sus vidas y rodando sin necesidad de maldad.

Los premios, merecidos, aunque hubiera estado bien haberse acordado de ella más allá de las fronteras, por lo del disfrute ajeno. Pero ni Verdú está tan bien, ni Macarena es tan mala. Los ojazos de Blancanieves hipnotizan pero, sintiéndolo mucho, me quedo con los pocos segundos en los que hace acto de presencia Josep María Pou. Ese gran hombre posee una atracción magnética que llena la pantalla y sólo lo vemos a él. Una pena que no disfrutara de más minutos.

Así pues, las costumbres de los años 20 junto con la mayor imaginación plasmada en el cine español en muchos años, hacen un conjunto sobresaliente. Tal vez el público se verá limitado, y eso resta universalidad, pero no la hace menor. Es una verdadera obra de arte que nadie debería desechar por prejuicios anómalos al cine. A no ser que puedan verificarse prácticas verdaderamente indignas.

La farándula y el amor despertará en muchos aunque no seamos princesas. Nuestro príncipe se verá subastado, por lo que esperaremos el milagro, como suele suceder. ¿Despertaremos?
Javier Moreno
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