No es poca cosa "Un día volveré (París Blues)", una película en la que nos topamos una vez más con el carácter duro de Paul Newman y los problemas raciales de Poitier. Dos autoexiliados apegados a sus instrumentos y a la música, ciertamente con mucho camino aún por recorrer, y a quienes Martin Ritt nos presenta en una encrucijada vital que parece sencilla y que tal vez sea sin embargo más importante de lo que parece. Se trata de volver o no volver a casa, se trata de hacerle caso o no al corazón si es que uno mirando a su pecho es capaz de tenerlo todo claro. Existe la posibilidad de anclarse a la vida que ofrece París y por otro lado subirse al tren en el que llegan dos mujeres como si fueran dos salvavidas a los que aferrarse. No, no es poca cosa.

Además de la historia sentimental, en "Un día volveré (París Blues)" reconocemos ciertos lugares emblemáticos de una de las ciudades que desprenden mayor encanto cinéfilo. ¿Cuántas veces ha sido París escenario de tantas y tan buenas películas? Este largometraje de Martin Ritt es un ejemplo de película sencilla, pequeña... y buena. El ambiente sesentero queda maravillosamente retratado, con el humo de tabaco en esos tugurios, con genios por descubrir ocultos en la droga, con sus terrazas y sus cafés... Puede que no sea una obra maestra, pero se nota que está hecha con oficio. Y además aparece una pareja de actores rara que funciona.