A dos pasos de la nueva ceremonia de los premios más famosos de la cinematografía voy y me meto entre pecho y espalda más de dos horas de este viaje a ninguna parte de Paul Thomas Anderson. Que sí, que ya sabemos lo que ha hecho antes este hombre, que no es ninguna sorpresa, que si sabes dónde te metes pues no lo hagas y que siempre pasa lo mismo, buenas críticas de los profesionales y vas a meterle mano y te llevas un bofetón de aburrimiento. Buena música, buenas interpretaciones (tampoco nos vayamos de la olla, no son actuaciones memorables) y una ausencia total de historia o de hilo conductor que te ningunea como espectador.

Bueno, como siempre llego tarde a la fiesta. Todo lo malo y todo lo bueno ya está dicho. Este director tiene una fama que ya le va a acompañar para siempre y va a tener buenas críticas siempre. Pero esto es un coñazo. Chico conoce chica y surge una química que te tienes que creer, miles de personajes secundarios y escenas de líos diversos sin conexión. Bueno claro, la conexión son ellos, la imperturbable negativa de ella, el amor infinito de él y un aburrimiento que crece y crece hasta que llegas a las dos horas y no te crees que todo lo que ha costado llegar ahí era para eso.

Mierda de crítica. Bueno, es lo que pienso. Perdí el tiempo.

La olvidaré pronto. De hecho, ¿de qué cojones estaba escribiendo?