George Lucas, unos años antes de hacernos montar en naves espaciales de todo tipo, nos presentó en su "American Graffiti" a una generación de la que por lo visto él tenía mucho que decir. Está claro que quien tenga idolatrado al director estadounidense habrá llegado aquí antes que nadie para aplaudir las hazañas, los llantos y las risas de un grupo de chavales que en sus idas y venidas siempre usan unos coches espectaculares. Lo cierto es que música y coches van de la mano en esta película, que no destaca por demasiadas cosas más. Nuestros protagonistas no tienen nada de especial, no es que caigan mal, son gente corriente con sus problemas, sus dudas, sus esperanzas y sus miedos: teniendo en cuenta el momento de la vida en el que se encuentran todo es posible en su futuro inmediato, qué bonita edad.

No es una obra maestra, apenas contiene momentos puntuales divertidos, aunque no todo lo que vemos es del todo acertado. En una noche todo es posible, pero si se va al volante de uno de esos inmensos coches escuchando esa maravillosa música te puedes crecer, pedirle a una chica que suba contigo y tocar el cielo juntos si ella quiere. Y hablando de estrellas, el director no siguió por este camino terrenal, ya que miraba tanto el cielo nocturno, las estrellas, las galaxias... pues eso, ya sabemos cómo siguió su carrera profesional.