Las piezas del puzzle de los recuerdos a menudo se afanan por desordenarse, por convertir lo que podría ser una imagen clara en un amasijo de formas y colores sin relación aparente. Es de lo que trata nuestra película de hoy, que, aunque no termina de funcionar del todo, lleva a cabo una curiosa exploración de los mecanismos que bullen en el centro del cerebro.
El primer amor nos marca con su marca de por vida, y somos muchos los que, a pesar de, teóricamente, haber "pasado pagina", seguimos recordando aquellas sensaciones y aquellos días color acre en que nos enamoramos por primera vez, convirtiendo nuestra vida en un interminable persecución de la sombra de aquella persona, o, más bien, del recuerdo, de la idea, de aquella persona amada. Es lo que ocurre a la actriz que protagoniza el relato, una persona incapaz de olvidar aquello, una persona, ay! humana, demasiado humana.
La persecución del amor sirve como excusa para darnos un paseo por sus recuerdos, en los que se entremezclan realidad, películas, sueños e incluso vidas pasadas, lo que, si bien resulta una idea interesante, pues así funciona nuestro propio cerebro, quizás resulte demasiado complicado de plasmar y la cinta a veces se pierde en si misma, quedando el espectador confuso ante tanto caos. Aun así, felicitar al director por su audacia y su creatividad.