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Voto de Baxter:
10
7,8
116.055
Ciencia ficción
La película de ciencia-ficción por excelencia de la historia del cine narra los diversos periodos de la historia de la humanidad, no sólo del pasado, sino también del futuro. Hace millones de años, antes de la aparición del "homo sapiens", unos primates descubren un monolito que los conduce a un estadio de inteligencia superior. Millones de años después, otro monolito, enterrado en una luna, despierta el interés de los científicos. Por ... [+]
28 de enero de 2008
157 de 173 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obra más controvertida de Stanley Kubrick, 2001: a space odyssey es una película de la que se ha dicho mucho y no se ha entendido demasiado. Es una de esas cintas mitificadas o detestadas, admiradas o hipervaloradas, pero nunca ignoradas. Kubrick reunió todo su malevolente conocimiento filosófico y sociológico e ironizó con él; adaptó de forma absolutamente personal dos ambiguas obras del escritor Arthur C. Clarke, El vigilante (un relato breve de tan sólo 11 páginas) y El fin de la infancia, posiblemente su mejor novela, y compuso una sinfonía al ritmo que le marcaba su inextinguible poder creativo. No pretendía convencernos de nada, tan sólo sugerirnos la belleza, el infinito, lo trascendental y maravilloso que todos llevamos en nuestro interior a través de una narración extemporánea, un cálido amasijo de impresiones y revelaciones, un encuentro con nuestros orígenes y nuestro destino en un hipotético pliegue del tiempo. Puede resultar pedante su arrogancia, egocéntrica su puesta en escena, aburrida en determinados momentos su narración, insufrible su metódico y angustioso ritmo; y quizá todo esto sea cierto… pero el poder de fascinación de 2001 ha perdurado durante décadas y lo seguirá haciendo dentro de muchas generaciones. Tal vez eso sea lo que algunos denominan, sin rubor, “arte cinematográfico”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Kubrick da comienzo su obra con media hora de poderoso magnetismo: “El alba del hombre”, escenas rodadas íntegramente en un estudio y que el director de fotografía, John Alcott, se encargó de que parecieran paisajes inmensos del África septentrional. Allí se desarrolla una narración simbólica, paradójica, llena de significados: un grupo de simios antropomorfos obtiene el don de la inteligencia a través de un ser superior. Esa intromisión en nuestra evolución natural conlleva el conocimiento de la violencia, la consciencia de ser superiores, el abuso del poder y la arrogancia del más fuerte. Kubrick (y en definitiva Clarke) suponen el inicio de nuestros orígenes en relación con la guerra y el odio más visceral, definiendo el carácter y las acciones del hombre del futuro.
El sofisticado viaje espacial hacia una luna de Júpiter se ve frustrado tras el intento de boicot de los tripulantes contra HAL. El poder absoluto de la máquina se ve amenazado por seres inmensamente inferiores en su capacidad cognitiva. Al igual que los homínidos prehistóricos, HAL encuentra la respuesta en la violencia, en la exterminación de la amenaza con un arma tan sofisticada como el control de todos los instrumentos de la nave espacial. HAL sólo intentará evitar su muerte virtual, la desconexión de su “vida”, sintiéndose cada vez más cerca de su propia consciencia de “ser vivo”.
El último tripulante logrará al fin desconectar la todopoderosa computadora y a partir de esa escena, el director desarrolla los minutos más absorbentes, hipnóticos y perturbadores de toda la película. Kubrick nos acerca de nuevo a la naturaleza y estructura del inextinguible ser superior con la sugerente forma de un monolito perfecto (no encontró mejor manera de mostrarnos algo tan incorpóreo como la sabiduría ilimitada); el director nos sugiere su poder creador a través de los ojos de ese último ser humano superviviente, nos enseña la formación de mundos, los orígenes de planetas, el control de las fuerzas que dominan el cosmos, los colores del inicio del universo en un magnético y sorprendente espectáculo visual.
Por último, el astronauta se convierte en el testigo presencial del misterio de la formación de mundos y universos, y protagonista único de la creación de la vida... de su propia vida como ser humano, agotando las lógicas y temporales etapas de su existencia para convertirse en semilla primigenia de una especie superior. Unos veinte últimos minutos plenos de simbolismo, de imágenes marcadas por la expresividad y la plasticidad, una amalgama de colores, volúmenes y formas en un homenaje voluptuoso a su propia imaginación y genialidad cinematográfica. Pedante, ególatra... puede ser, pero su obra resulta fascinante e imprescindible.
El sofisticado viaje espacial hacia una luna de Júpiter se ve frustrado tras el intento de boicot de los tripulantes contra HAL. El poder absoluto de la máquina se ve amenazado por seres inmensamente inferiores en su capacidad cognitiva. Al igual que los homínidos prehistóricos, HAL encuentra la respuesta en la violencia, en la exterminación de la amenaza con un arma tan sofisticada como el control de todos los instrumentos de la nave espacial. HAL sólo intentará evitar su muerte virtual, la desconexión de su “vida”, sintiéndose cada vez más cerca de su propia consciencia de “ser vivo”.
El último tripulante logrará al fin desconectar la todopoderosa computadora y a partir de esa escena, el director desarrolla los minutos más absorbentes, hipnóticos y perturbadores de toda la película. Kubrick nos acerca de nuevo a la naturaleza y estructura del inextinguible ser superior con la sugerente forma de un monolito perfecto (no encontró mejor manera de mostrarnos algo tan incorpóreo como la sabiduría ilimitada); el director nos sugiere su poder creador a través de los ojos de ese último ser humano superviviente, nos enseña la formación de mundos, los orígenes de planetas, el control de las fuerzas que dominan el cosmos, los colores del inicio del universo en un magnético y sorprendente espectáculo visual.
Por último, el astronauta se convierte en el testigo presencial del misterio de la formación de mundos y universos, y protagonista único de la creación de la vida... de su propia vida como ser humano, agotando las lógicas y temporales etapas de su existencia para convertirse en semilla primigenia de una especie superior. Unos veinte últimos minutos plenos de simbolismo, de imágenes marcadas por la expresividad y la plasticidad, una amalgama de colores, volúmenes y formas en un homenaje voluptuoso a su propia imaginación y genialidad cinematográfica. Pedante, ególatra... puede ser, pero su obra resulta fascinante e imprescindible.