Si pensamos en Harrison Ford y/o en el género de aventuras ¿qué películas se nos vienen primero a la cabeza? Pues, obviamente, las de Indiana Jones.
Un personaje con una indumentaria inconfundible, profesor de Universidad, arqueólogo y héroe.
Steven Spielberg y George Lucas unieron sus talentos para idear una historia y un personaje que prácticamente se convirtieron en clásicos instantáneos.
Y es que "En busca del arca perdida" forma parte del inconsciente colectivo de la humanidad y de la historia del cine.
Es la típica película que si no te gusta es porque, sencillamente, no te gusta el cine. Desde la maravillosa secuencia inicial en Sudámerica hasta la ceremonia de apertura del arca, todo es excelente.
La archiconocida sinfonía de John Williams ("The raiders march") pone color a una grandísima aventura que se mueve por todo el mundo y está plagada de entrañables personajes.
Tenemos grandísimos momentos como el templo del ídolo, el pozo de almas y la persecución de los camiones. Esta última debería enseñarse en las escuelas de cine para aprender lo que es un montaje de libro, manteniendo y elevando la tensión y emoción, de manera que todo se ve siempre perfectamente. Nada que ver con las escenas de acción contemporáneas donde la cámara no para de moverse de manera frenética y no se consigue distinguir nada.
"En busca del arca perdida" es también el lanzamiento como estrella de Harrison Ford, que aunque ya había sido antes Han Solo, es en la piel de Indiana Jones cuando se hizo absolutamente famoso. Su presencia en cualquier película durante muchísimos años después era sinónimo de calidad.
Una de las mejores obras de Steven Spielberg, que supo mantener totalmente su nivel en las secuelas (incluyendo la infravalorada cuarta parte). Solo él ha sabido hacernos soñar con paisajes exóticos y las aventuras más espectaculares en diversos lugares del mundo y en relación con misteriosas reliquias arqueológicas.
Además, a pesar de ser totalmente fantástica, se basa en la idea de que los nazis buscaban artefactos antiguos para adquirir poderes y ganar la guerra. Aunque parezca mentira esto pasó en la realidad, de lo que se encargaba la Ahnenerbe.
Una auténtica obra maestra, y ello se demuestra porque ha sido copiada y plagiada hasta la saciedad, sin llegar nunca a su nivel, por supuesto.