Con la manía que le cogí a Antonio de la Torre cuando vi “Caníbal” y alguna otra más, al final voy a tener que tragarme mis palabras y reconocer que es buen actor después de haber disfrutado con esta.
Aquí le podemos ver como un sufrido rojo en un pueblo andaluz. Además de pasarlo bastante mal con una actuación muy creíble, lo hace con un acento andaluz muy cerrado, junto con el resto de personajes. Para los que no tengan muy hecho el oído al habla del sur de Despeñaperros, esta película puede ser una auténtica tortura sonora. Pero es lo que hay.
La película trata de la soledad, el aislamiento y la pena prolongada. Es una especie de castigo carcelario autoimpuesto en el peor contexto de la España del siglo XX. Desde luego, el film no es la alegría de la huerta ni está pensada para ser vista en un estado bajo de ánimo. Es un drama duro, como debió de ser este triste conflicto y sus consecuencias en los años posteriores.
Los actores (muy pocos, por cierto) lo hacen bastante bien, en este encierro obligado. Nos ponen muchas veces en el punto de vista de Higinio, para que nos metamos en su piel.
La fotografía es muy oscura, lo que viene bien para la historia. Como ejemplo, esa escena en la que solo podemos ver los ojos del protagonista, y no nos hace falta nada más.
Es un drama potente, para que no se nos olvide lo que pasó en nuestro país no hace tanto tiempo. Además, lo hace desde el punto de vista cercano, de una familia con la mala suerte de estar en el bando perdedor.
En su contra, es muy larga y tiene alguna parte lenta, pero siempre vuelve a remontar con algún momento emotivo fuerte.
Es una película buena con la que me reconcilio por fin con este actor, que para mí tenía una carrera un poco sobrevalorada hasta el momento.