Creo que esta tercera parte está a la altura de las expectativas. Después del impactante final de “Múltiple”, tocaba ver como se iban a reunir en pantalla estos tres icónicos personajes del mundo de Shyamalan. Una vez más, el hindú logra un título al nivel de su más que merecida fama (a pesar de tener algunos sonados fracasos).
Con este director me pasa como con Tarantino: en general me gusta tanto, que no me molesta su lentitud narrativa y sus tiempos muertos. Pero además, aquí todo lo que pasa tiene sentido. Como no podía ser de otra forma, esto no es Marvel. Los combates de poderes y efectos especiales están reducidos a la mínima expresión, teniendo mucha más importancia la psicología de los personajes, todos con más o menos complejidad, pero que desde luego no son planos como en algunas adaptaciones de cómic.
Pero, sin la más mínima duda, el más importante e interesante es Kevin (James McAvoy). Cada vez que aparece, es un derroche de calidad interpretativa que me atrevo a decir que es digno de ganar un Óscar. El personaje, con sus identidades, es gracioso, inquietante y fascinante, todo al mismo tiempo, como ya lo era en “Múltiple”, pero aquí más intenso si cabe.
Me gusta que vuelva a aparecer Anya Taylor-Joy, actriz muy buena con un gran futuro, y que aunque no tenga muchas escenas, juega un papel importante en la historia.
La trama transcurre en casi su totalidad en el psiquiátrico, pero da lo mismo porque no aburre en ningún momento, sobre todo si tampoco se espera demasiada acción, algo que no es del estilo del director.
Me gusta el mensaje de cómo el pasado nos define la personalidad, como si el destino estuviera ya escrito, sea por las circunstancias o directamente por los actos de otras personas.
Es una película muy satisfactoria. Me ha gustado menos que “Múltiple”, pero más que “El protegido”.