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España España · L'Olleria ( Valencia )
Voto de Grijander:
8
Drama Relato de los últimos días de vida del realizador James Whale, autor de Frankenstein. En principio su única compañía en esos momentos es su ama de llaves, pero pronto entabla relación con su nuevo jardinero, un apuesto joven al que confía su historia en el Hollywood de los años 30 y por el que se sentirá irresistiblemente atraído. (FILMAFFINITY)
10 de setiembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dioses y monstruos adapta la novela titulada El padre de Frankenstein, una obra de Christopher Bram que relata los últimos días de la vida de James Whale, el autor de obras maestras como El hombre invisible, El doctor Frankenstein o La novia de Frankenstein.

Bill Condon, irregular director con tintes de maestro y líneas generales de director mediocre, realiza aquí su mejor trabajo, probablemente. Condon llegaba a la película sin el aval que supone algún gran trabajo anterior, aunque Clive Barker y Brendan Fraser, que fueron productores aquí, debieron ver algo en él. Su trabajo es realmente bueno en todos los sentidos. El guion (adaptado) es una maravilla repleta de diálogos que el espectador escucha con asombro por su fantástico desarrollo y la fluidez que imprime cada palabra de Whale, quien da continuidad verbal incluso al silencio más absoluto. Condon, en la dirección, hace que la soledad se recrudezca hasta límites que rozan la pura realidad, creando una sensación de desamparo y de tristeza convertida en locura pocas veces tan bien retratada. El ritmo pausado del relato choca con la dinámica evolución del secundario principal, haciendo que la narración arrase lentamente con el público sin prisa alguna, metiéndose bajo la piel de éste.

Sir Ian McKellen interpreta a James Whale. McKellen, homosexual declarado, confiesa cierta simpatía por el papel y tal vez ese mismo detalle sea el que hace que no tenga ningún rubor en mostrar una naturalidad que para otros resultaría costosa. Su trabajo es de lo más impresionante que han visto mis ojos y una de las interpretaciones donde más matices se pueden encontrar. A pesar de que la mente del personaje viaje en mil direcciones (como él mismo dice), el espectador puede seguir cada una de ellas gracias a los gestos de Sir Ian, que dicen tanto o más que sus palabras. Brendan Fraser, al igual que el director Bill Condon, puede que deje aquí el mejor trabajo de su carrera. Serio, sosegado, sin prisa y tomándose su tiempo para construír al personaje, Fraser hace una labor espléndida. Lynn Redgrave también se crece rodeada del talento de McKellen, que parece contagiarlos a todos, incluyendo a Jack Plotnick, un actor no demasiado conocido pero con buenas maneras que en Dioses y monstruos hace un trabajo corto pero espectacular.

Resumiendo, que es gerundio: de la unión de las vidas de dos gigantes como James Whale e Ian McKellen tenía que salir una gran película sí o sí. La única traba podría haber sido la elección de Bill Condon como director, pero el hombre que ahora hace películas de Crepúsculo y que en sus tiempos dirigió la segunda parte de Candyman, plasma aquí los destellos de gran director que suelta a menudo en películas de menor calado.
Grijander
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