Película que se ve en un pispás merced a su duración corta y a la ágil puesta en escena de su premisa, un thriller policíaco competente y de sobria factura muy del estilo que se usa en los últimos tiempos en el cine francés.

Con el componente de caza al asesino que tantas veces se ha visto en el cine policíaco, esta producción comienza de esa manera genérica de investigación y pesquisas, con un protagonista investigador/policía atormentado por su pasado y con un villano inteligente y calculador. A pesar de vislumbrar en su arquitectura una estructura mil veces vistas, concibe un ejercicio visual bien elaborado, sobrio y con una puesta en escena más que competente por parte del director Xavier Palud (Braquo). El reparto cumple a la perfección con lo que se le espera, y el tour de force entre el atormentado personaje de Jacques Gamblin (Los Nombres del Amor) y el frío Lambert Wilson (Perros Rabiosos) es quizás lo mejor de la película. También tiene la virtud de ir girando la trama hacia aspectos que van más allá de un simple serial killer, dirigiendo la investigación hacia algo que va más allá de una simple serie de asesinatos, complicando el desenlace al que desemboca de forma más que meritoria.

A pesar de que la historia pueda parecer un tanto irreal, con un villano que a pesar de sus limitaciones es tan peligroso como cualquier asesino en uso de todas facultades físicas, la película convence por ser un ejercicio de cine cumplidor con lo que ofrece a pesar de esas limitaciones y clichés tan vistos en el género policíaco. Es una película ideal para pasar un buen rato y cuya mejor virtud es la de saber entretener.