Cuenta con el encanto típico de las películas románticas de inicios de los 60 con coletazos de lo último de los 50 creando una curiosa mezcla o transición a lo que nos depararía el cine de los 70, más psicodélico y valiente a la hora de romper con el estilo clásico del cine de mitad del siglo XX. En esta Encuentro en París, el director Richard Quine (Cómo Matar a la Propia Esposa) cuenta con dos estrellas consagradas en estas lides románticas: William Holden (Grupo Salvaje) y Audrey Hepburn (Vacaciones en Roma). Para salir al paso, recurre al gran talento de ambos en una cinta a veces alocada y a veces reposada en que se nos narran dos historias, que son mejor que una ¿no? Radica aquí su punto fuerte, exponiendo de forma original la razón de ser de la película, esa historia que cuenta sobre una historia a desarrollar sumergiendo al espectador de lleno en el proceso creativo de un guión que podemos visualizar mientras la trama principal de la cinta avanza.
El montaje de la película es su punto fuerte, con un inicio lleno de vida y ágil como una gacela donde los fotogramas se intercalan de manera magistral. Por contra, la historia flojea durante minutos y no sabe dónde dirigirse embrollada en su propia broma, una forma sutil de reírse de sí misma pero a la vez falta de ideas en el desarrollo final, que termina cortando por lo sano y yendo por el camino más fácil.
Pero qué más da, si está la exquisita Audrey Hepburn.