Es alocada, es taquicárdica, es disparatada y a pesar de todo, tanto esta como la primera entrega me han gustado al mismo nivel. Genndy Tartakovsky repite en la dirección sabiendo que tiene que volver a mostrar el mismo dinamismo que su precuela. Así, el ritmo casi frenético se traspasa a la banda formada por Drácula y el resto de amigos del que hizo gala en la primera entrega, si bien aquí buscan un lucimiento mayor en una especie de road movie sobre el crecimiento y la edad.
Los chistes y gags están a la orden del día y hacen las delicias de los más pequeños y de los más mayores a pesar de que algunos no son tan redondos y el efecto sorpresa se ha perdido (uno de sus puntos fuertes en la original).
Con todo, y a pesar de lo evidente que es su desarrollo, el tener y hacer un personaje como Drácula de una forma tan carismática y, ante todo, de un tono cómico fantástico produce risas más que asegurada. De esta manera logra encandilar a los espectadores con su vertiginosa comedia y por su genial factura técnica y por un diseño de personajes más que disparatado.