Película ideal para pasar las sobremesas de los fines de semana, perfecta para dar las convenientes cabezadas o echar un reparador sueño. Este tipo de producciones televisivas tienen este don, que a veces es doble o triple: te hacen dormir, te enfadan o te dan risa. En este caso las opciones son variadas y depende de cómo pille la cinta a cada espectador. En mi caso, el sueño era obligatorio, pero una vez en vereda la cosa se pone seria y el disparate de la historia me provocó alguna sonrisa. Quizás por lo rocambolesco de la trama (la Pilcher rizó el rizo pero bien con esta novela) y por lo dantesco de la mayoría de las actuaciones. Actuaciones que no mencionaré mucho porque parece que los actores se descojonaban de su propio trabajo. No mencionaré los nombres de estos alemanes porque no me suenan ni de cerca, pero algo habrán hecho para estar ahí y en esta película (quizás cumplir condena con trabajos comunitarios). La verdad que sólo se salvan de la quema algunos animalillos que salen, porque los de dos patas... El prota, uno alto es casi tan expresivo como Steven Seagal, y ya es decir. La femme fatale que está con el tipo bajito, horrísona también. Los padres también se llevan la palma, pero una palma en la cara.

Pero bueno, con este tipo de producciones sólo cabe esperarse estas consecuencias. El director no está por la labor de explotar el talento humano del que dispone, aunque sepa que no tiene mucho que exprimir, pero quizás el mismo director sea quien debe exprimirse más. Película de televisión que vive de la leyenda de la escritora romántica Rosamund Pilcher y no hace más que perjudicarla. En fin, es lo que hay.