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Voto de Nacho Ambigú García:
8
Intriga. Drama En una Cumbre de presidentes latinoamericanos en Chile, en donde se definen las estrategias y alianzas geopolíticas de la región, Hernán Blanco (Ricardo Darín), el presidente argentino, vive un drama político y familiar que le hará enfrentarse a sus propios demonios. Deberá tomar dos decisiones que podrían cambiar el curso de su vida en el orden público y privado: por un lado, una complicada situación emocional con su hija, y por otro, ... [+]
25 de octubre de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Presidir un país como Argentina tiene que ser un quilombo de tres pares de alfajores, pero Ricardo Darín se atreve con todo. En “La cordillera” lo veremos en medio de una conspiración política y bregar al mismo tiempo con un misterio familiar que puede salpicarle y llenarle de mierda hasta las cejas. Esta vez no hay lugar para el dulce de leche, porque todo es amargo como el mate.

Sin esforzarnos demasiado, se nos viene encima un alud de metáforas alpinas que describen lo que Santiago Mitre nos quiere contar en su película.
Con un impresionante paisaje de fondo —los andes chilenos—, se celebra una cumbre de presidentes latinonamericanos, que viviremos y sufriremos a través de Hernán Blanco (sí, blanco, como la nieve), una especie de Obama argentino, el hombre común, la esperanza blanca (sí, otra vez el blanco simbólico), el político que aparentemente no ha sido infectado aún por los males que aquejan a sus homólogos y que, precisamente por ello, acude a este evento con la etiqueta del elemento más débil, la cima menos alta de este macizo montañoso donde el Everest es el presidente de Brasil y el volcán a punto de erupcionar el de México.

El Mal existe. Eso le confiesa el mandatario argentino a una periodista española desplazada a la cumbre, y no tardaremos en verificar cuánta razón tiene. Para ello, el guion apuesta por un juego a medio camino entre el prestidigitador y el trilero, donde a veces nos muestra el truco y a veces solo el resultado, dependiendo de si la trama discurre por entresijos profesionales o familiares.

De la trama política nos enseña lo que de normal no vemos, lo que hablan los políticos en la intimidad, en una barra de hotel cubata en ristre o en un despacho donde las paredes son sordas; aquello que comparten o porfían cuando no se pavonean en público y despliegan el arte de la retórica hueca. De la trama personal, por el contrario, solo vemos sus avances y consecuencias a través del lado público de Darín, de su rostro y sus gestos, de las escenas que comparte con su hija, y del batiburrillo resultante en la mollera de esta tras someterse a una sesión de hipnosis.
Le falta una vueltecita para ser redonda, pero aun así es una película interesante e inquietante que, una vez más, reafirma algo que ya sabíamos: que lo que no se ve da más miedo que lo que está a la vista.
Más información en: http://ambigugarcia.blogspot.com.es/
Nacho Ambigú García
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