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Voto de Juan Manuel Játiva Rosado:
6
6,2
263
Drama
Ellias Barnès, de 30 años, acaba de ser nombrado nuevo director artístico de una famosa casa de moda parisina. Pero cuando las expectativas son altas, empieza a sentir dolores en el pecho. De repente, le reclaman en Montreal para organizar el funeral de su padre, del que está distanciado, y descubre que puede haber heredado algo mucho peor que su débil corazón.
23 de marzo de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que hay que decir es que esta es una de esas películas que conviene ver sin saber absolutamente nada de ella. Avisados quedáis. Ni el tráiler debéis ojear si queréis saborear con frescura este este thriller negrísimo y perturbador de Xavier Legrand.
‘El sucesor’ tiene un comienzo visualmente espectacular, adornado con una estupenda pieza musical de SebastiAn (autor de la partitura), que me recuerda un poco a la música de algunos filmes de Hitchcock. Las altivas modelos caminando en esa pasarela en forma de espiral es una metáfora de mucho de lo que vamos a ver. Inmediatamente Legrand comienza su truco de naipes con el espectador, mostrando las bases de lo que parece ser un drama familiar protagonizado por un gran modisto internacional que, tras sufrir un ataque de pánico, se ve obligado a enfrentarse a miedos y ansiedades que le llevan a indagar en el pasado. Y ese parece ser el planteamiento sobre el que se desarrollará el suspense de la película, pero, como buen prestidigitador, el director nos está haciendo creer que la jugada va por un lado, mientras se está guardando un as (más de uno, en realidad) bajo la manga.
Toda la película descansa en la evolución psicológica del protagonista, el modisto Barnés, la nueva revelación de una prestigiosa firma de moda en París. El joven sucesor de los grandes diseñadores que, en su mayor momento de gloria, está a punto de sufrir un shock emocional tan fuerte que le hará enfrentarse a su mayor terror.
No es un guion perfecto y hay algunos detalles, giros, que creo que están pintados con brocha gorda. No deslucen el resultado ni lastran la estupenda media hora final de la película, pero creo que resultan algo burdos, restándole un poco de coherencia a algunos hechos de los que suceden en la parte central de la historia. Aun con esos pequeños borrones, ‘El sucesor’ es una buena película, con un ritmo atinado, que va creciendo con el paso de los minutos y que ofrece momentos de auténtico desasosiego y alguna escena que otra del mejor terror cinematográfico.
‘El sucesor’ tiene un comienzo visualmente espectacular, adornado con una estupenda pieza musical de SebastiAn (autor de la partitura), que me recuerda un poco a la música de algunos filmes de Hitchcock. Las altivas modelos caminando en esa pasarela en forma de espiral es una metáfora de mucho de lo que vamos a ver. Inmediatamente Legrand comienza su truco de naipes con el espectador, mostrando las bases de lo que parece ser un drama familiar protagonizado por un gran modisto internacional que, tras sufrir un ataque de pánico, se ve obligado a enfrentarse a miedos y ansiedades que le llevan a indagar en el pasado. Y ese parece ser el planteamiento sobre el que se desarrollará el suspense de la película, pero, como buen prestidigitador, el director nos está haciendo creer que la jugada va por un lado, mientras se está guardando un as (más de uno, en realidad) bajo la manga.
Toda la película descansa en la evolución psicológica del protagonista, el modisto Barnés, la nueva revelación de una prestigiosa firma de moda en París. El joven sucesor de los grandes diseñadores que, en su mayor momento de gloria, está a punto de sufrir un shock emocional tan fuerte que le hará enfrentarse a su mayor terror.
No es un guion perfecto y hay algunos detalles, giros, que creo que están pintados con brocha gorda. No deslucen el resultado ni lastran la estupenda media hora final de la película, pero creo que resultan algo burdos, restándole un poco de coherencia a algunos hechos de los que suceden en la parte central de la historia. Aun con esos pequeños borrones, ‘El sucesor’ es una buena película, con un ritmo atinado, que va creciendo con el paso de los minutos y que ofrece momentos de auténtico desasosiego y alguna escena que otra del mejor terror cinematográfico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Me gusta el último as en la manga de Legrand, aunque creo que lo exagera. Durante toda la película parece que el amigo del padre de Barnés esconde algo. Parece un personaje muy cordial, agradable, pero también demasiado insistente. Algo tiene que haber detrás, piensas. Es un envite bajo con muy buenas cartas, para que piquemos. Y es fácil picar porque reconozco que durante muchos minutos barajo la posibilidad de que ese hombre supiera que había allí una muchacha escondida y que, posiblemente, fuera cómplice del padre de Barnés en ese tipo de monstruosidades, pero el director se está guardando el órdago para la resubida. Y es un órdago que se ve venir. Está claro que queda una sorpresa para el final y, cuando comienza a proyectarse el vídeo de homenaje en la ceremonia del sepelio, es fácil imaginar quién va a aparecer allí.
Lo más duro de la película es, sin duda, lo que el espectador imagina que ocurrirá después. Es imposible no ponerse en la piel de ese hombre bueno al hallar la terrible verdad que encuentra en ese zulo. En ese momento descubrirá que su gran amigo fue quien secuestró a su hija, quien la retuvo en esas condiciones durante años, seguramente quien la violó repetidas veces. Pero es que, pocas horas o días después, el mazazo será todavía mayor, cuando la policía encuentre el cadáver de la chiquilla, con el cuello roto y con muestras de ADN que inculparán al hijo del monstruo.
¿Qué preguntas se hará ese hombre? ¿Cómo podrá afrontar tanto dolor? ¿Cómo podrá asimilar que su hija ha estado secuestrada y violada durante años por su gran amigo y ha sido enterrada pocos días antes por el hijo de este, que no la conocía en absoluto? Ciertamente, es un desenlace tremendo. Deja tan mal cuerpo que ni siquiera el suicidio de Barnés ayuda a mitigar el cruel final de esa pobre muchacha y su padre.
La única pega que le pongo a la película es que, en la parte central, resulta algo desconcertante la actitud de Barnés cuando encuentra a la muchacha. Vale que su comportamiento puede explicarse desde su egoísmo y su miedo al escándalo. Pero es un poco rocambolesco lo de drogar a la chica, ponerse ese absurdo casco para evitar que le pueda reconocer y tratar de llevar a cabo un plan tan infantil como intentar dejarla inconsciente cerca de algún hospital, confiando en que nadie la relacione con la casa, con su padre... Demasiados quizás. Hubiera resultado más natural (incluso más trágico desde el punto de vista del personaje de Barnés) que la chica hubiera muerto al intentar escapar cuando el modisto descubre el zulo y la ve por primera vez. La misma muerte accidental y el mismo egoísmo o miedo a arruinar su carrera le hubieran llevado a la misma despreciable situación de querer deshacerse del cadáver; pero lo de los tranquilizantes en el yogur y el ridículo casco es a lo que me refería antes con detalles de brocha gorda del guion. No aportan nada a la película ni a su desenlace y le restan algo de verosimilitud al personaje. Su sentimiento de culpa final hubiera sido igual de insoportable solo con haber enterrado el cadáver de la muchacha. Y la metáfora de la película también: Barnés, finalmente, como temía, hereda el mal de su padre. Es esa herencia monstruosa de la mentira y el horror la que le destruye también a él, gracias a su egoísmo y su cobardía.
Lo más duro de la película es, sin duda, lo que el espectador imagina que ocurrirá después. Es imposible no ponerse en la piel de ese hombre bueno al hallar la terrible verdad que encuentra en ese zulo. En ese momento descubrirá que su gran amigo fue quien secuestró a su hija, quien la retuvo en esas condiciones durante años, seguramente quien la violó repetidas veces. Pero es que, pocas horas o días después, el mazazo será todavía mayor, cuando la policía encuentre el cadáver de la chiquilla, con el cuello roto y con muestras de ADN que inculparán al hijo del monstruo.
¿Qué preguntas se hará ese hombre? ¿Cómo podrá afrontar tanto dolor? ¿Cómo podrá asimilar que su hija ha estado secuestrada y violada durante años por su gran amigo y ha sido enterrada pocos días antes por el hijo de este, que no la conocía en absoluto? Ciertamente, es un desenlace tremendo. Deja tan mal cuerpo que ni siquiera el suicidio de Barnés ayuda a mitigar el cruel final de esa pobre muchacha y su padre.
La única pega que le pongo a la película es que, en la parte central, resulta algo desconcertante la actitud de Barnés cuando encuentra a la muchacha. Vale que su comportamiento puede explicarse desde su egoísmo y su miedo al escándalo. Pero es un poco rocambolesco lo de drogar a la chica, ponerse ese absurdo casco para evitar que le pueda reconocer y tratar de llevar a cabo un plan tan infantil como intentar dejarla inconsciente cerca de algún hospital, confiando en que nadie la relacione con la casa, con su padre... Demasiados quizás. Hubiera resultado más natural (incluso más trágico desde el punto de vista del personaje de Barnés) que la chica hubiera muerto al intentar escapar cuando el modisto descubre el zulo y la ve por primera vez. La misma muerte accidental y el mismo egoísmo o miedo a arruinar su carrera le hubieran llevado a la misma despreciable situación de querer deshacerse del cadáver; pero lo de los tranquilizantes en el yogur y el ridículo casco es a lo que me refería antes con detalles de brocha gorda del guion. No aportan nada a la película ni a su desenlace y le restan algo de verosimilitud al personaje. Su sentimiento de culpa final hubiera sido igual de insoportable solo con haber enterrado el cadáver de la muchacha. Y la metáfora de la película también: Barnés, finalmente, como temía, hereda el mal de su padre. Es esa herencia monstruosa de la mentira y el horror la que le destruye también a él, gracias a su egoísmo y su cobardía.