Media votos
6,7
Votos
5.206
Críticas
1.665
Listas
182
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Miquel:
7
7,1
67.982
Bélico
Año 1942, en plena Segunda Guerra Mundial en la Isla de Guadalcanal, en el Pacífico. Un grupo de hombres de la compañía de fusileros del ejército americano "C de Charlie" combate contra el ejército japonés por la conquista de una estratégica colina. Este grupo forma parte de las tropas enviadas para relevar a las unidades de infantería de la Marina, agotadas por el combate. (FILMAFFINITY)
5 de abril de 2010
80 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercer largometraje del realizador norteamericano Terrence Malick (Ottawa, Illinois, 1943), constituye uno de las más renombrados films antibelicistas. El guión, del propio Malick, adapta libremente la novela “The Thin Red Line” (1962), de James R. Jones (1921-77), autor también de la novela “From Here to the Eternity” (1951). Se rueda en escenarios naturales de Australia, Guadalcanal (Islas Salomón) y L.A. (San Pedro), con un presupuesto de 52 M USD. Nominado a 7 Oscar, gana el Oso de oro (Berlin). Producido por Robert M. Geisler y John Roberdeau para Phoenix Pictures y Fox, se estrena el 23-XII-1998 (EEUU).
La acción tiene lugar en la isla de Guadalcanal, que forma parte de las Islas Salomón (Pacífico Sur), a lo largo de unos 9 días, de agosto o septiembre de 1942. Los hechos de ficción forman parte de la campaña de Guadalcanal, que marca el inicio de la ofensiva aliada en el Pacífico durante la IIGM. La compañía Charlie, de la 25 División de la infantería norteamericana, desembarca en Guadalcanal para reforzar la ocupación aliada y participar en la neutralización de focos de resistencia japonesa. Su objetivo inmediato es tomar el Monte Austen, o Colina 53. La compañía está bajo el mando directo del capitán James Staros (Koteas), que depende del coronel Gordon Tall (Nolte). Forman parte de la compañía el sargento primero Edward Welsh (Penn), el cabo Fife (Brody) y, entre otros, los soldados Witt (Caviezel) y Bell (Chaplin). El mando superior lo ostenta el general Quintard (Travolta). El coronel es duro, ambicioso y desconsiderado, el capitán es comprensivo y razonable, el sargento es pesimista, escéptico y cínico y el soldado Witt encarna el humanismo y la espiritualidad.
El film suma drama, acción y guerra. Constituye la segunda adaptación de la novela de James R. Jones, que en 1964 Andrew Martin lleva a la pantalla bajo el título de “El ataque duró siete días”. James Jones participó como soldado en la ocupación de Guadalcanal por la infantería aliada en agosto de 1942. El título del film, tomado de la novela, hace referencia al rojo de los uniformes de la infantería del Imperio Británico y al pequeño número de infantes que asumían la carga de defenderlo.
El relato se apoya en varios narradores y se desarrolla desde perspectivas diversas, que corresponden a diferentes personajes. Los puntos de vista que predominan son los del soldado Witt y del capitán Stravros. La voz en off explica, sobre todo, los pensamientos y sentimientos interiores de los protagonistas, su visión subjetiva de los hechos, las experiencias y opiniones diferentes de los mismos y sus variadas reacciones durante una prolongada y extenuante situación límite, en la que emergen factores tan contradictorios como instintos primarios de supervivencia, tendencias de agresividad compulsiva y pensamientos religiosos acompañados de dudas e incertidumbres.
La acción tiene lugar en la isla de Guadalcanal, que forma parte de las Islas Salomón (Pacífico Sur), a lo largo de unos 9 días, de agosto o septiembre de 1942. Los hechos de ficción forman parte de la campaña de Guadalcanal, que marca el inicio de la ofensiva aliada en el Pacífico durante la IIGM. La compañía Charlie, de la 25 División de la infantería norteamericana, desembarca en Guadalcanal para reforzar la ocupación aliada y participar en la neutralización de focos de resistencia japonesa. Su objetivo inmediato es tomar el Monte Austen, o Colina 53. La compañía está bajo el mando directo del capitán James Staros (Koteas), que depende del coronel Gordon Tall (Nolte). Forman parte de la compañía el sargento primero Edward Welsh (Penn), el cabo Fife (Brody) y, entre otros, los soldados Witt (Caviezel) y Bell (Chaplin). El mando superior lo ostenta el general Quintard (Travolta). El coronel es duro, ambicioso y desconsiderado, el capitán es comprensivo y razonable, el sargento es pesimista, escéptico y cínico y el soldado Witt encarna el humanismo y la espiritualidad.
El film suma drama, acción y guerra. Constituye la segunda adaptación de la novela de James R. Jones, que en 1964 Andrew Martin lleva a la pantalla bajo el título de “El ataque duró siete días”. James Jones participó como soldado en la ocupación de Guadalcanal por la infantería aliada en agosto de 1942. El título del film, tomado de la novela, hace referencia al rojo de los uniformes de la infantería del Imperio Británico y al pequeño número de infantes que asumían la carga de defenderlo.
El relato se apoya en varios narradores y se desarrolla desde perspectivas diversas, que corresponden a diferentes personajes. Los puntos de vista que predominan son los del soldado Witt y del capitán Stravros. La voz en off explica, sobre todo, los pensamientos y sentimientos interiores de los protagonistas, su visión subjetiva de los hechos, las experiencias y opiniones diferentes de los mismos y sus variadas reacciones durante una prolongada y extenuante situación límite, en la que emergen factores tan contradictorios como instintos primarios de supervivencia, tendencias de agresividad compulsiva y pensamientos religiosos acompañados de dudas e incertidumbres.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El relato, pese a su dureza y contundencia, se presenta pausado, tratado con contención y dignidad. Las imágenes se ralentizan en algunos momentos, la cámara permanece alejada de algunas escenas, el sonido desaparece a veces y con frecuencia la música ahoga registros hirientes (gritos de dolor). Las escenas de acción y de guerra son vibrantes y realistas, a pesar de algunas ingenuidades y disimulos (niebla localizada, humos, vegetación...). Con todo, el realizador incorpora puntualmente visiones dolorosas y perturbadoras, rebajadas de nivel, como los soldado muertos por una mina, el soldado fuera de sí que la emprende a golpes con dos prisioneros japoneses y otras. Hace uso de numerosas elipsis y estiliza los hechos.
Es notable la cuidada y apasionada visualidad del film. Malick muestra una naturaleza plácida, acogedora, rica, inmensa y bellísima. Rinde homenaje al paisaje, el mar, la vegetación, los animales en libertad, los niños (símbolos de la inocencia) y los pobladores autóctonos. Sobresale la atención que presta a los animales del lugar: papagayos, colonia de murciélagos, hurones, lagartos, cocodrilos, perros, palomo que levanta el vuelo atemorizado por la presencia de soldados. Los niños reaccionan ante los soldado de modo similar: interrumpen los juegos y con cautela se ponen a cubierto.
El film establece que la guerra, cruel y devastadora, no sólo es esencialmente perversa por sí misma y por su consecuencias, sino que sobre todo es una afrenta a la razón, al orden natural de las cosas, a la naturaleza y al espíritu panteísta que palpita en su esplendor y grandeza. En la naturaleza hay violencia y crueldad. Nos lo recuerda a través del cocodrilo y la pareja de perros hambrientos, advirtiendo que la violencia natural se ve condicionada y limitada por el equilibrio de las especies y de sus relaciones con el medio. La violencia humana no conoce límites, ni condiciones, ni reglas. En ella habitan la maldad, la locura y absurdas tendencias autodestructivas. La guerra embrutece, bestializa, degrada y enajena a las personas. La guerra en su furor destructivo también mata la inocencia (cría de gorrión herida de muerte).
La banda sonora, de Hans Zimmer (“El caballero oscuro”, Nolan, 2008), ofrece una partitura de música dramática que cumple funciones de creación de atmósferas, acompañamiento y amortiguador de efectos estridentes (chillidos de horror, lamentos de agonía...). Añade un fragmento del réquiem de Fauré, de “The Unanswered Question” y de otras composiciones ajenas. La fotografía, de John Toll (“Adiós pequeña, adiós”, Affleck, 2007), en color y panavisión, compara la belleza natural y el horror de la guerra. Se sirve de largos primeros planos del rostro de soldados, del realismo de los lances de guerra, de la presencia próxima de la muerte (cementerio, olores de descomposición...) y del pálpito humano de todos: japoneses, aliados y población indígena. No hay héroes, ni banderas, ni himnos patrióticos, ni final.
Es notable la cuidada y apasionada visualidad del film. Malick muestra una naturaleza plácida, acogedora, rica, inmensa y bellísima. Rinde homenaje al paisaje, el mar, la vegetación, los animales en libertad, los niños (símbolos de la inocencia) y los pobladores autóctonos. Sobresale la atención que presta a los animales del lugar: papagayos, colonia de murciélagos, hurones, lagartos, cocodrilos, perros, palomo que levanta el vuelo atemorizado por la presencia de soldados. Los niños reaccionan ante los soldado de modo similar: interrumpen los juegos y con cautela se ponen a cubierto.
El film establece que la guerra, cruel y devastadora, no sólo es esencialmente perversa por sí misma y por su consecuencias, sino que sobre todo es una afrenta a la razón, al orden natural de las cosas, a la naturaleza y al espíritu panteísta que palpita en su esplendor y grandeza. En la naturaleza hay violencia y crueldad. Nos lo recuerda a través del cocodrilo y la pareja de perros hambrientos, advirtiendo que la violencia natural se ve condicionada y limitada por el equilibrio de las especies y de sus relaciones con el medio. La violencia humana no conoce límites, ni condiciones, ni reglas. En ella habitan la maldad, la locura y absurdas tendencias autodestructivas. La guerra embrutece, bestializa, degrada y enajena a las personas. La guerra en su furor destructivo también mata la inocencia (cría de gorrión herida de muerte).
La banda sonora, de Hans Zimmer (“El caballero oscuro”, Nolan, 2008), ofrece una partitura de música dramática que cumple funciones de creación de atmósferas, acompañamiento y amortiguador de efectos estridentes (chillidos de horror, lamentos de agonía...). Añade un fragmento del réquiem de Fauré, de “The Unanswered Question” y de otras composiciones ajenas. La fotografía, de John Toll (“Adiós pequeña, adiós”, Affleck, 2007), en color y panavisión, compara la belleza natural y el horror de la guerra. Se sirve de largos primeros planos del rostro de soldados, del realismo de los lances de guerra, de la presencia próxima de la muerte (cementerio, olores de descomposición...) y del pálpito humano de todos: japoneses, aliados y población indígena. No hay héroes, ni banderas, ni himnos patrióticos, ni final.