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Voto de Miquel:
8
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Western
El implacable Jack Bruhn (Burl Ives) y su banda de desertores se apoderan de un remoto poblado del Oeste, que permanece aislado por la nieve. Sólo el ranchero Blaise Starrett (Robert Ryan), al que la llegada de los forajidos le ha entorpecido la reclamación de sus tierras, hará frente a la banda de asesinos. (FILMAFFINITY)
17 de junio de 2010
30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Último western de André de Toth (Makó/Hungría 1922 – Burbank/CA 2002). El guión, de Philip Yordan, adapta la novela “Day of Outlaw" (1955), del escritor especializado en relatos del Oeste Lee E. Wells. Se rueda en escenarios exteriores de Mount Bachelor (Oregón) y en estudio, con un presupuesto de serie B. Producido por Sidney Harmon para UA, se estrena en julio de 1959 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en la pequeña localidad de Bitters, de unos 20 habitantes, cerrada por la nieve y situada cerca de la frontera oeste del territorio de Wyoming, el invierno de un año cercano a 1890, durante 24 horas. El ranchero Blaise Starrett (Ryan), acompañado de su capataz Dan (Persoff), se acerca al pueblo con el propósito de enfrentarse al granjero Hal Crane (Marshal), que cerca sus tierras con alambre de espino. La pelea convencional entre rancheros y granjeros queda interrumpida por la llegada del capitán Jack Bruhn (Ives) y su banda de 6 forajidos. Starrett, antiguo pistolero, líder de los rancheros del lugar, es orgulloso y se siente decepcionado por la pérdida de su antigua novia. Crane, líder de los granjeros, se encuentra cansado y desea vivir en paz. Bruhn es un antiguo capitán del arma de caballería, expulsado del ejército e interiormente atormentado por los remordimientos y la mala conciencia. Helen (Louise) es una mujer hermosa, seductora, práctica y leal, que se ha casado con el primero de sus amantes que le ha propuesto matrimonio.
El film suma drama, acción, aventura y western. Es el décimo primer western del realizador y el último de su segundo ciclo, integrado por 5 obras (“La mujer de fuego”, “El honor del capitán Lex...). Como es habitual en los trabajos de De Toth, el film respira originalidad y la singularidad propia de una obra que lleva impresa la huella de su personalidad. Los personajes son seres corrientes, movidos por intereses comunes y dotados de cualidades normales. La acción los enfrenta a situaciones extremas, que afrontan para sobrevivir. Su visión de la condición humana es pesimista: la ve abocada a la barbarie, la crueldad y el salvajismo, como bien pone de manifiesto el film que comentamos.
Los móviles principales de la conducta humana son la lujuria, los deseos de embriaguez, la piromanía (admiración por el fuego que todo lo arrasa) y la satisfacción de los instintos atávicos de violencia, pelea y muerte. La afición que siente por las peleas a puñetazos tiene su expresión en la bárbara paliza que recibe un personaje en la calle principal del pueblo. Le gusta tratar temas poco o nada convencionales, duros y turbulentos, en los que la lucha entre el Bien y el Mal se desarrolla en escenarios oscuros y opresivos, dominados por la pulsación de las bajas pasiones y los instintos más primitivos y abominables. Aprovecha como puede los mayores espacios de libertad creativa que consienten en aquellos momentos los dirigentes de un Hollywood complaciente en exceso y enemigo de las historias ásperas y desabridas.
La acción dramática tiene lugar en la pequeña localidad de Bitters, de unos 20 habitantes, cerrada por la nieve y situada cerca de la frontera oeste del territorio de Wyoming, el invierno de un año cercano a 1890, durante 24 horas. El ranchero Blaise Starrett (Ryan), acompañado de su capataz Dan (Persoff), se acerca al pueblo con el propósito de enfrentarse al granjero Hal Crane (Marshal), que cerca sus tierras con alambre de espino. La pelea convencional entre rancheros y granjeros queda interrumpida por la llegada del capitán Jack Bruhn (Ives) y su banda de 6 forajidos. Starrett, antiguo pistolero, líder de los rancheros del lugar, es orgulloso y se siente decepcionado por la pérdida de su antigua novia. Crane, líder de los granjeros, se encuentra cansado y desea vivir en paz. Bruhn es un antiguo capitán del arma de caballería, expulsado del ejército e interiormente atormentado por los remordimientos y la mala conciencia. Helen (Louise) es una mujer hermosa, seductora, práctica y leal, que se ha casado con el primero de sus amantes que le ha propuesto matrimonio.
El film suma drama, acción, aventura y western. Es el décimo primer western del realizador y el último de su segundo ciclo, integrado por 5 obras (“La mujer de fuego”, “El honor del capitán Lex...). Como es habitual en los trabajos de De Toth, el film respira originalidad y la singularidad propia de una obra que lleva impresa la huella de su personalidad. Los personajes son seres corrientes, movidos por intereses comunes y dotados de cualidades normales. La acción los enfrenta a situaciones extremas, que afrontan para sobrevivir. Su visión de la condición humana es pesimista: la ve abocada a la barbarie, la crueldad y el salvajismo, como bien pone de manifiesto el film que comentamos.
Los móviles principales de la conducta humana son la lujuria, los deseos de embriaguez, la piromanía (admiración por el fuego que todo lo arrasa) y la satisfacción de los instintos atávicos de violencia, pelea y muerte. La afición que siente por las peleas a puñetazos tiene su expresión en la bárbara paliza que recibe un personaje en la calle principal del pueblo. Le gusta tratar temas poco o nada convencionales, duros y turbulentos, en los que la lucha entre el Bien y el Mal se desarrolla en escenarios oscuros y opresivos, dominados por la pulsación de las bajas pasiones y los instintos más primitivos y abominables. Aprovecha como puede los mayores espacios de libertad creativa que consienten en aquellos momentos los dirigentes de un Hollywood complaciente en exceso y enemigo de las historias ásperas y desabridas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Dividido en dos partes bien diferenciadas, la primera centra la atención en el comportamiento de los forajidos y en la expresión de su mundo bárbaro y feroz. La acción tiene lugar mayoritariamente en interiores, que la cámara capta con la ayuda de primeros planos que investigan, sobre todo, el universo de frustraciones, dolor y angustia de unos hombres perseguidos y alocados. La segunda parte, rodada íntegramente en exteriores, asocia el paisaje nevado con la pérdida de movilidad, el entumecimiento de los músculos, el agarrotamiento de las extremidades y el inicio de procesos de hipotermia, poco vistos en cine.
Es curioso el paralelismo que Starrett advierte entre sus posiciones iniciales y las de los forajidos. El rechazo que siente por éstos y sus pretensiones es, posiblemente, la piedra de toque que le mueve a adoptar un cambio imprevisto, que le lleva aparentemente a optar por la integración social y la redención plena de un pasado que todavía le pesa en el alma. De ese modo, y si la interpretación es acertada, el film sería en definitiva el análisis de una redención que culmina tras un largo período de maduración personal y de rudos golpes de la vida. Sobresalen las interpretaciones de Robert Ryan y Burl Ives. La obra, en su conjunto, está hecha con buen oficio, ansias de experimentación y superación y un talento notable. No se entiende que el nombre del autor se halle postergado, con pocas quejas, en los rincones de la indiferencia y el olvido.
La cinta guarda algunas relaciones con “Raíces profundas” por el enfrentamiento entre pistoleros en activo y el que busca la redención. Coincide en aspectos formales con “El gran silencio” (1968) y argumentales con “Firecreek” (1968). No se pueden dejar de citar las relaciones con “Fargo” (1996), de los hermanos Coen.
La banda sonora, de Alexander Courage (“El zurdo”, Penn, 1958), aporta melodías papulares y diegéticas, que culminan en la escena del baile al compás de una pianola reiterativa y redundante, que lleva al oído del espectador el malestar, la incomodidad y los sentimientos de humillación y rechazo de las 4 mujeres del lugar. La fotografía, de Russell Harlan (“Río Bravo”, Hawks, 1959), en B/N, combina planos largos y cortos, picados y contrapicados, estáticos y en movimiento. Crea composiciones imaginativas llenas de capacidad de sugerencia. Los planos que describen la fiereza y violencia de la escena del baile, componen una escena que evoca, más allá de las imágenes, lo que no se ha podido filmar de otro modo, prueba de la solidez de los planteamientos de De Toth.
Referencias
- C. V. MOURE, “El día de los forajidos”, ‘doscabalganjuntos.blogspot.com’, febrero 2010.
- Antonio José NAVARRO, “André De Toth, el cineasta invisible”, ‘Dirigido por’ nº 387 (pág. 64-79) i nº 388 (pág. 46-67), marzo y abril 2009.
- Philipp ENGEL, “Vidas ejemplares: André de Toth”, ‘fotogramas.es’, junio 2002.
Es curioso el paralelismo que Starrett advierte entre sus posiciones iniciales y las de los forajidos. El rechazo que siente por éstos y sus pretensiones es, posiblemente, la piedra de toque que le mueve a adoptar un cambio imprevisto, que le lleva aparentemente a optar por la integración social y la redención plena de un pasado que todavía le pesa en el alma. De ese modo, y si la interpretación es acertada, el film sería en definitiva el análisis de una redención que culmina tras un largo período de maduración personal y de rudos golpes de la vida. Sobresalen las interpretaciones de Robert Ryan y Burl Ives. La obra, en su conjunto, está hecha con buen oficio, ansias de experimentación y superación y un talento notable. No se entiende que el nombre del autor se halle postergado, con pocas quejas, en los rincones de la indiferencia y el olvido.
La cinta guarda algunas relaciones con “Raíces profundas” por el enfrentamiento entre pistoleros en activo y el que busca la redención. Coincide en aspectos formales con “El gran silencio” (1968) y argumentales con “Firecreek” (1968). No se pueden dejar de citar las relaciones con “Fargo” (1996), de los hermanos Coen.
La banda sonora, de Alexander Courage (“El zurdo”, Penn, 1958), aporta melodías papulares y diegéticas, que culminan en la escena del baile al compás de una pianola reiterativa y redundante, que lleva al oído del espectador el malestar, la incomodidad y los sentimientos de humillación y rechazo de las 4 mujeres del lugar. La fotografía, de Russell Harlan (“Río Bravo”, Hawks, 1959), en B/N, combina planos largos y cortos, picados y contrapicados, estáticos y en movimiento. Crea composiciones imaginativas llenas de capacidad de sugerencia. Los planos que describen la fiereza y violencia de la escena del baile, componen una escena que evoca, más allá de las imágenes, lo que no se ha podido filmar de otro modo, prueba de la solidez de los planteamientos de De Toth.
Referencias
- C. V. MOURE, “El día de los forajidos”, ‘doscabalganjuntos.blogspot.com’, febrero 2010.
- Antonio José NAVARRO, “André De Toth, el cineasta invisible”, ‘Dirigido por’ nº 387 (pág. 64-79) i nº 388 (pág. 46-67), marzo y abril 2009.
- Philipp ENGEL, “Vidas ejemplares: André de Toth”, ‘fotogramas.es’, junio 2002.