No conocía a la directora, ni siquiera de qué iba la película, pero me decidí por ver Cafarnaúm. Sin duda, es una de las mejores películas del año, tanto por su construcción externa, como por la interna.

Nadine Labaki muestra una historia de supervivencia en un mundo alejado de la tónica europea occidental, una historia de escape hacia la esperanza de una calidad de vida mejor, una historia tan dura, como real; en la que no hay lugar para la felicidad, solo para el sufrimiento y la agonía.

La película está montada de tal forma que no puedes identificar un protagonista, ni un antagonista; a pesar del claro mensaje que aparece en la sinopsis. No se puede culpar a ninguno de los personajes, tan solo intentan sobrevivir, cueste lo que cueste; y eso deja entrever una desinformación e incultura que trascienden a las atrocidades que se ven en la película, de las cuales, desgraciadamente, nadie parece hacerse cargo.

Tras finalizar la película, y sin entrar en detalles, inevitablemente te invade un vacío existencial que duele. Te das cuenta de lo bien que estamos y de lo poco de lo que tenemos que preocuparnos en comparación con otros compañeros, que temen día a día por su existencia. Tan solo recomiendo encarecidamente el visionado, y espero que piezas tan bien armadas y encajadas como Cafarnaúm tengan la aceptación y repercusión que se merecen.