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Voto de José (FullPush):
8
Thriller. Drama Arthur Fleck (Phoenix) vive en Gotham con su madre, y su única motivación en la vida es hacer reír a la gente. Actúa haciendo de payaso en pequeños trabajos, pero tiene problemas mentales que hacen que la gente le vea como un bicho raro. Su gran sueño es actuar como cómico delante del público, pero una serie de trágicos acontecimientos le hará ir incrementando su ira contra una sociedad que le ignora. (FILMAFFINITY)
16 de octubre de 2019
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria” – Ernesto Sábato.

Casi todos concuerdan en su calidad, muchos lo dicen y varios se extrañan: Todd Phillips ha parido un engendro, es decir, algo impropio de él y que poca gente esperaba dada su trayectoria; algo difícil de ver en el Hollywood actual: una obra con personalidad. Acuciante y enfermiza. Un fenómeno viral. Es, ni más ni menos, que un espejo de Stendhal, que nunca fue inocente, transitando los caminos de los parias, renegados del diablo. En otras palabras, Joker es la bilis y el esputo, la ira irreprimible, la risa guasona y el tic nervioso. Una bomba a punto de estallar al ritmo cadencioso de Islandia y sus acordes fantasmales (enigmática y envolvente banda sonora, por cierto)… Antes de entrar en detalle, no suscribo su cariz de obra maestra, le falta un punto de locura en el guión (ese flashback), bastante clásico, a pesar de todo, y es que estamos ante una obra rigurosa, de hechuras setentonas, deliciosas, en la línea del mejor cine americano, el de siempre, el que deja traslucir un fondo de violencia irremediable, motor y combustible de un imperio recubierto por la sangre. América es desierto y es vergel, es oasis y es vorágine que todo lo engulle. América está loca, como loca está la sociedad. No hay velo. Solo baile de máscaras y clowns: “sois la mierda cantante y danzante del mundo”.

Cito El club de la lucha como podría citar Un día de furia, con ese Michael Douglas repartiendo tiros y maldiciones. Hace falta bien poco, realmente. Menos de lo que nos quieren hacer creer y de lo que estamos dispuestos a reconocer. Menos, desde luego, de lo que necesitó este Joaquin Phoenix excelso, víctima y receptáculo de todas las iniquidades, personales o venidas del Sistema inconmovible, o directamente de las bromas de los dioses. Ríe, ríe, pequeño bastardo, inútil frente a tu vida que no controlas; incapaz frente a los miedos que te atenazan; presa y producto de tu desorden mental, patología andante, error de cálculo y psicosis, ¿quién vendrá a restablecer tus equilibrios? ¿A quién coño le importa(s)? Phoenix es un virus, la vendetta de los marginados, el líder improvisado por la desesperación, el desasosiego encarnado. Más allá de Alan Moore, su Joker es apolítico, amoral, tóxico y desnortado, carece de un propósito y, en ese sentido, está en consonancia con los tiempos. Importa poco, al menos a mí, su pasado turbio de soledad y engaño, no requiere explicaciones ni justificación (aquí rechina el guión): el Mal está en nosotros, agazapado, esperando su oportunidad.

Quiero decir, se entiende y comparte la parte dramática (“yo soy yo y mi circunstancia”), el engranaje, su solidez negrísima, existencial. Digo que no hace falta. Hay quien mata -por decir algo- de aburrimiento, por diversión, para sentirse -jeje- vivo. ¡Vete a saber! A estas alturas, lo raro sería sorprenderse de que un inadaptado carezca de motivos. La alienación es el arma más poderosamente degradante y aniquiladora que se ha inventado, sin quererlo, ¿quizá otro error de cálculo? La Metrópolis de Lang se viene abajo, la máquina-corazón está en las últimas, el mercado no es líquido, como dijera Bauman, ahora deviene gas, inasible ficción que pretende explicar lo inexplicable, anudar nuestra histeria o narrativa colectivas… ¿quién cree ya en nada? La rebelión del Joker va más allá del Industrialismo y el control de los medios de producción, discurso caduco; va más allá de ideologías, clases y reparto de poder o dinero, aunque también; es la mitificación de la urgencia y la catarsis, la anarquía de la escapatoria a esta carrera de ratas en que Occidente se ha enredado y no consigue desgarrar. Es icono de la peste.

No, los Freaks de los que hablaba no se rebelan contra los guapos y el arribismo, como en el clásico de los 30, “valiente hasta la náusea”. No solamente. El engendro de Todd Phillips tontea con el abismo, bordea y abraza sus orillas de lodo, rabia y pintura disparada. Es avispero de incomprensión, a la manera de Taxi Driver, sí, o, más aún, El rey de la comedia (1982). De hecho, la elección de De Niro como contrapunto sensato (¿madurez o adocenamiento?) al payaso desatado tiene mucho de guiño, reverencia o claudicación. Es el maestro pasando el testigo a su alumno aventajado en energía y ferocidad. El actor frustrado que persiguiera a sus ídolos del late show y el stand-up acabó, por arte del destino y su macabro sentido del humor, presentando su propio y exitoso espacio 37 años después, como si de una gran meta-película se tratara todo esto. Pim pam pum y el trono cambió de dueño. Aplaudamos al recién llegado entre manifas, bocinazos y molotov. Joker es puro Scorsese en realidad (me acuerdo de Cage conduciendo ambulancias en Bringing Out the Dead, 1999). El tono es muy parecido: granulado, oscuro, incómodo y decadente. Apocalíptico sin Vietnam. Directo al nervio. Eléctrico.

(continúa sin spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
José (FullPush)
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