Todos algún día, tenemos la oportunidad de reparar daños del pasado. Es lo que la “metáfora” de Lynch nos muestra en los campos maiceros de Iowa y Wisconsin.
Una odisea conmovedora y fascinante.

En las relaciones personales, algunas veces torcimos estas convivencias. Y dejamos crecer la mala hierba en nuestro jardín. La cizaña se aferra.
En “The Straigth Story” nos damos cuenta de que nunca es tarde para acercarnos a nuestros seres queridos. Así estemos en la etapa de ancianidad. Grande y ardua tarea representa esto, sin duda. Limpiar de escombros el camino al perdón, a la reconciliación; es un paso difícil, lento, doloroso. La perspectiva de acercarnos a las personas con las que en un momento dado derribamos ese puente de comprensión, es algo difícil. Y en el camino encontramos obstáculos, como espanta pájaros variados, que nos de conciertan e irritan. Pareciera que nunca llagaremos a buen puerto. Es como si fuéramos en una vieja segadora. Y entonces descubrimos que está se ha averiado. Nos detenemos en reflexión a reparar esa podadora, recaemos. Los años nos pesan. Pero decidimos levantarnos y continuar el camino.
El atardecer llega, estoy cansado. Fue un trabajo arduo, que nunca tiene fin.
Luego de un largo día. Me siento satisfecho. Mi jardín esta podado. Abrazo a mi hermano fraternalmente. Mientras un manto de paz nos cobija. Porque es el principio del fin del aislamiento con mis semejantes.