Antes de comentar la película, es ineludible hacer referencia a la novela en que está basada, Sobre héroes y tumbas, un verdadero clásico de la literatura argentina, novela que ha sido tan elogiada como leída, caso raro ya que pocas veces se aúnan la critica y la popularidad, de hecho cualquier argentino que haya leído en su vida al menos 4 libros de ficción, seguro uno de ellos es este, junto con El Matadero, El Martín Fierro, y La misteriosa Buenos Aires, aunque a diferencia de esos libros, que suelen ser de lectura obligada en la secundaria, este se elige, tal vez por su título, tal vez por su autor o por simple recomendación del boca a boca, esta novela sigue siendo una de las más leídas en el país.
Y ahora yendo a la película, igual me es imposible no remitirme a la novela, de la cuál solo toma una parte, El informe de los ciegos, que está escrita en primera persona, por Fernando Vidal Olmos, quien nos detalla su obsesión por los ciegos hasta creer que estos componen una perversa secta que quiere adueñarse del mundo, eso es casi todo lo que liga a la novela con la película, ya que el desarrollo de ambas es muy diferente.
Mientras en la novela el propio protagonista se describe a sí mismo como un perverso y un hombre al borde de la locura, de hecho en la novela luego de que concluye El informe de los ciegos, el narrador pasa a ser su mejor amigo, que nos relata que el tipo sufría una especie de esquizofrenia aguda.
Luego otros cambios que se dan es que si bien en el informe, el protagonista nunca habla de su hija, luego la novela nos aclara que esta tenia una relación incestuosa con su padre y que por eso lo mató, en la película padre e hija tiene una relación de lo más normal y la chica, más una niña que una mujer, es vista como el cliché de una muchacha buena, hasta cándida.
Dejando de lado de vuelta a la novela, aunque es casi imposible porque la película se queda diminuta al compararlas, se le puede reconocer lo perturbadora e incomoda que es, logra transmitir la sensación de ahogo del protagonista, como esa secta lo va cercando, aficionando, persiguiendo, hasta dejarlo sin salida, también en el retrato pesadillezco que hace de la gran ciudad, llena de edificios derruidos, pensiones lúgubres, ambientes sórdidos.
Y como el propio director dijo, como alegoría de la dictadura miliar, por un lado la secta perversa que persigue y quiere dominar a todos, es una metáfora y la otra la sociedad que prefería tener una ceguera voluntaria para no ver lo que estaba sucediendo.