Una herencia para hacer descubrir quién fue su madre, o más bien cómo se sintió, un enfoque generacional de una historia de amor siempre añade, es ese misterio de descubrir un pasado que duró sólo cuatro días para una ama de casa y del campo sumisa a su familia y marido, puede que una vida ignorada que encuentra un contacto, una dosis estimulante bajo un puente precioso, es tan natural que siempre genera apetencia, porque sabe intimar y jugar con el nervio de tal cambio, porque sabe transmitir eso que llaman un viejo sueño que se hace realidad.

Es un sencillo intercambio de anécdotas y ternura, es especialmente saludable en su forma de desenvolverse y de plantear la moral de forma que se comprenda a la infidelidad, este cruce de formas de vivir consigue asignarse una ética propia, algo nuevo, algo puro, creo que el romance más importante de la historia del cine, porque huye del enganche barato, de lo típico, del Hollyoowd más comercial y sentimentalista, porque la dirige Eastwood, porque sabe expresar la pasión y las tentaciones sin el abuso, y porque hace comprender a sus hijos, y a todos los espectadores, "Los puentes de Madison" reciben las cenizas de una bella experiencia.

La satisfacción de una escusa convincente en vez de una provocación manipulada, el deseo de ser otra mujer a la vez que estar más cercana a sí mismo, el personaje sabe ir siendo modificado y replanteado en esa existencia imposible, en un futuro utópico y una vuelta al correcto camino, es esa certeza de haber visto una luz efímera, la película sigue el guión previsto pero, como cada percepción es personal, el hecho de enfocarla cada vez más al sacrificio maternal me hizo vivir una gran experiencia personal, tenía otros detalles, pero ver reflejado el esfuerzo diario y la renuncia absoluta hacen de esta película que, aparte de otros muchos detalles, quede como un romance de grandes formas, de estilo y talante, que se abre sin trampas y que provoca ésta y otras muchas reacciones sinceras, no es que lo necesite, es que no lo puede tener...