Hitchcock y sus escenarios, "La ventana indiscreta" puede ser su película más famosa, el patio del vecindario y todos sus elementos llenos de vida, la intimidad de sus personajes queda fotografíada por el indiscreto, el aburrido del cascarón de yeso, una raza de mirones que no salen de sus casas para mirar lo que hay dentro, ahí entra la disputa por el matrimonio, el amor como carga, se avecinan problemas, siempre se muestra como una película divertida e inocente.

El matrimonio es un adorno para la verdadera intriga, el comer langosta con un vestido especial... no es más que un progreso emocional para redondear a sus personajes, sus motivaciones psicológicas y laborales ante la relación que mantienen, lo cierto es que el sentido común consigue irlos introduciendo en las luces de los apartamentos, sus incompatibilidades se van mezclando con las de los demás, soledad, popularidad, rutinas y engaños, diferentes formas de vida que se van haciendo sospechosas, excesivas y, como no, intrigantes.

Entre ópera y masajes se van haciendo repaso a los extraños paseos, algo comienza a ser terrible, una diversión enfermiza, demencial, un asunto detectivesco, nunca pierde el hilo del sarcasmo, sospechas y búsqueda de explicaciones, la lógica y el temor, incluso el ridículo, en cada caso se sabe manejar los elementos, pero hay tramos en que decae, ese punto muerto para mezclar con el romance debilita la investigación aunque nunca deja de aportar detalles, se deja llevar por la intuición y consigue plantear la ética de fisgonear en lo privado, "La ventana indiscreta" no es de mis favoritas, pero es tremendamente original en su planteamiento, un crimen curioso que nunca disminuye su ritmo, que enseña la valentía con tacones y que sabe converger en el momento exacto su resolución con el orgullo y la ayuda.