Sorprendente narración de la humanidad, otra más en el Japón feudal, esta vez en la época de la post-guerra, donde los samuráis quedan en el olvido y la miseria ante la caída de sus señores, lo que no quita que no muestre la cultura del Japón de la época, ni mucho menos, promueve un relato a través de la pobreza, la esperanza y la supervivencia que despedaza al ser humano, éste puede morir cuarteado como un pez o con honor a través del ritual de la muerte Harakiri, jugando con esta estimulante constumbre aparecen todos los principios, buenos y malos, así en esa mansión se respira honor, dignidad, admiración, sinceridad, ayuda, vergüenza, reputación, orgullo, voluntad, integridad... sin duda alguna, las buenas películas de samuráis son las que mejor retratan al ser humano y la sensación que se tiene de un oriente sabio queda reflejada en películas como Harakiri.

Y la película está a la altura en todo momento puesto que consigue transmitir el código sagrado de los samuráis, cómo seguir el camino con paz en el corazón hacia la eternidad, el papel fundamental del destino en las personas, una historia de venganza psicológica en una trama que hay que ver con paciencia para reflexionar sobre el fracaso o los actos despreciables que se pueden cometer en tiempos difíciles, la ignorancia que conlleva la creencia en objetos sin valor, que el honor de un samurái puede ser un brillo superficial en momentos de ruina, por lo que nuestro protagonista recapacita, busca la redención personal y la paz de los muertos, mientras que los dueños buscan que la historia quede en el anonimato, cuántos duelos de pradera habrán quedado en el viento que peina la hierba?.