No hay aspecto en el que "El consejero" no se quede a medias en este confuso formato, cierto que consigue secuencias impactantes y cierto aroma liberal en detalles técnicos, pero tanto personaje extremo parece buscar la imperfección del diamante, el lujo y el negocio no saben a dónde llegar con la moralidad y sus diálogos, no hay sorpresa y poco de provocación, puede que quisieran sumergir en un mundo extraño, pero ya el adorno legendario hace pasar trenes de vida sin raíles, se convierte en un producto sin atractivo, donde domina lo repelente sobre lo apetecible.

Una película que aprovecha el estímulo fronterizo de bajos fondos pero la colorea de pop y estrellas, con una conducción imperdonable, abriendo frentes para no saber atar las botas, queda en una exhibición incapacitada para ser alucinógena, es pues, un delirante intento de criticar al país y su sistema, hasta el sexo queda a medias, introducido como recurso o como solución, lo que no evita que cualquier espectador medio perciba que no prende la chispa, que no encuentra propósito, y que su carisma se limita al par de escenas salvajes.

Y si genera la intriga de la complicación, ahí el problema se multiplica por diez, un abogado que necesita muchos consejos pero no encuentra el estilo de la desesperación y la desdicha, mete miedo con la violencia pero apenas estalla en sonrisas del infierno, una situación de apuros sin picos de adrenalina reales, una encrucijada débil porque no sabe si decantarse por el perfil frío o caliente, es un gran camino pero de curvas que van apeteciendo cada vez menos, todo el posible sufrimiento queda en una cacería de palabra en una mujer que no echaba nada de menos al principio pero al final sí, a los guepardos.