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Voto de floïd blue:
7
8,2
38.305
Drama. Intriga
Al poco tiempo de perder a su esposa Rebeca, el aristócrata inglés Maxim De Winter conoce en Montecarlo a una joven humilde, dama de compañía de una señora americana. De Winter y la joven se casan y se van a vivir a Inglaterra, a la mansión de Manderley, residencia habitual de Maxim. La nueva señora De Winter se da cuenta muy pronto de que todo allí está impregnado del recuerdo de Rebeca. (FILMAFFINITY)
10 de mayo de 2009
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película engañosa en la que Hitchcock esta vez juega a mantenernos el suspense a costa de que la investigación policial no descubra la verdad de un crimen.
Sabemos quien es Rebeca, aunque no aparece en ningún momento, la conocemos como una persona resabiada y calculadora gracias a lo que cuenta su fiel ama de llaves, que la venera. Sabemos quien la mató, por qué lo hizo y, no obstante, apoyamos en su acción al culpable.
¿Por qué, si es un asesino? Pues porque Judith Anderson, la ama de llaves de Rebeca, con su maligno rostro, diabólico a más no poder, enclavado siempre en las sombras, nos asusta (bueno, a mi no, claro) y nos pone del lado del asesino. O lo trata.
Luego está Laurence Olivier que como galán del cine y excelente actor, nos la pega haciéndose el inocentón.
Y, por supuesto, Joan Fontaine, tan delicada, tan poquita cosa, tan servicial…, nos mueve a la compasión.
Pero George Sanders, en su papel de cínico chantajista, es quien motiva el argumento; es, en realidad, el motor de la película.
Este es el valor de la película, que Alfred nos presente el asunto en condiciones, el suspense que nosotros mismos le damos esperando que un asesino se libre de la Justicia. Y admitimos que funciona lo justo para lo que es una película.
Es un experto en el tema.
Ver spoiler.
Sabemos quien es Rebeca, aunque no aparece en ningún momento, la conocemos como una persona resabiada y calculadora gracias a lo que cuenta su fiel ama de llaves, que la venera. Sabemos quien la mató, por qué lo hizo y, no obstante, apoyamos en su acción al culpable.
¿Por qué, si es un asesino? Pues porque Judith Anderson, la ama de llaves de Rebeca, con su maligno rostro, diabólico a más no poder, enclavado siempre en las sombras, nos asusta (bueno, a mi no, claro) y nos pone del lado del asesino. O lo trata.
Luego está Laurence Olivier que como galán del cine y excelente actor, nos la pega haciéndose el inocentón.
Y, por supuesto, Joan Fontaine, tan delicada, tan poquita cosa, tan servicial…, nos mueve a la compasión.
Pero George Sanders, en su papel de cínico chantajista, es quien motiva el argumento; es, en realidad, el motor de la película.
Este es el valor de la película, que Alfred nos presente el asunto en condiciones, el suspense que nosotros mismos le damos esperando que un asesino se libre de la Justicia. Y admitimos que funciona lo justo para lo que es una película.
Es un experto en el tema.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Y el guion nos revela un final engañoso, marca de la casa.
¿Por qué Rebeca sabiendo que tiene los días contados quiere engañar a su marido diciendo que está embarazada y atormentarle con la idea que deberá cargar con un hijo que no es suyo? ¿Por qué supone que su marido entonces la matará? ¿Por qué está tan segura que le obligará a matarla por celos?
¿Qué quiere entonces? Si no fuera eso su actuación no tendría sentido. Sería una payasada.
Pero la personalidad de su marido no es la de un loco asesino, sino al revés, es la de un hombre sensato, sereno; y ella lo tiene que saber de sobra.
¿No será que Hitchcock quiere engañar al espectador para que quede complacido con el final?
El hombre que nos presentan como mucho hubiera pedido el divorcio. Y, a continuación, hubiera despedido a la siniestra ama de llaves.
¿Por qué Rebeca sabiendo que tiene los días contados quiere engañar a su marido diciendo que está embarazada y atormentarle con la idea que deberá cargar con un hijo que no es suyo? ¿Por qué supone que su marido entonces la matará? ¿Por qué está tan segura que le obligará a matarla por celos?
¿Qué quiere entonces? Si no fuera eso su actuación no tendría sentido. Sería una payasada.
Pero la personalidad de su marido no es la de un loco asesino, sino al revés, es la de un hombre sensato, sereno; y ella lo tiene que saber de sobra.
¿No será que Hitchcock quiere engañar al espectador para que quede complacido con el final?
El hombre que nos presentan como mucho hubiera pedido el divorcio. Y, a continuación, hubiera despedido a la siniestra ama de llaves.