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Voto de Antonio Morales:
8
Drama Para divorciarse de su esposa Catalina de Aragón (hija de los Reyes Católicos y tía del emperador Carlos V) y contraer matrimonio con Ana Bolena, Enrique VIII (1509-1547) trata de obtener el apoyo de la aristocracia y del clero. Sir Thomas Moro, uno de los más notables humanistas europeos ("Utopía", 1516), ferviente católico y hombre de confianza del monarca, se encuentra en una encrucijada: ¿debe actuar de acuerdo con su conciencia, ... [+]
27 de junio de 2015
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film clásico del género histórico, un trabajo marcado en todos sus aspectos por la sobriedad, por la seriedad de una propuesta rigurosa y decidida a situar en primer término la importante temática tratada. Quién sabe si el film hubiera tomado otros derroteros de haber prosperado alguna de las ideas iniciales de los productores, quienes pretendían que el papel de Moro fuera interpretado por Laurence Olivier o Richard Burton, y que el papel del Cardenal Wolsey recayera en Alec Guinness. Pero reivindicando con firmeza ese tono de sobriedad antes aludido, el director Fred Zinnemann no transigió e impuso a Paul Scofield y a Orson Welles en dichos papeles. Scofied se prodigó muy poco en el cine y era casi un desconocido para el gran público, pero era ya una leyenda del teatro inglés y, de hecho, había ya protagonizado en los escenarios la pieza de Robert Bolt que da origen al film. A su lado en el teatro había estado también Leo McKern encarnando al malvado Cromwell.

La acción transcurre en 1529, tras la caída de Wolsey, Sir Tomas Moro es nombrado canciller del reino (una especie de primer ministro), sería el cénit de su carrera política y paradójicamente la perdición de un hombre insobornable. Enrique VIII (Robert Shaw) pretendía con su nombramiento, valerse del prestigio de Moro en toda Europa (amigo de Erasmo de Rotterdam), para defender su divorcio de Catalina de Aragón y casarse con Ana Bolena sin romper con El Vaticano. Moro no sólo mantuvo siempre la irrenunciable legalidad del matrimonio real con la hija de los Reyes Católicos, sino que afirmó la suprema autoridad del Papa sobre todos los católicos, incluidos los ingleses con su célebre proclama: “Primero es Dios y luego el rey”.

Fiel esposo y devoto padre, Moro fue un gran humanista y cristiano practicante. Su capacidad para la amistad, su amabilidad para con los sirvientes, su amor a los animales, a la música, a la lectura y su grata conversación, hacían de él un buen y amado hombre de paz. Según los historiadores, Moro era un santo, pero había en él una dura corteza de granito como opositor en el debate, un severo crítico cuando sus principios eran injuriados. A su antagonista Enrique VIII, el folclore británico lo presenta como un rey castizo, simpático y amigo del buen vivir. Es cierto que sentó las bases del futuro poderío naval inglés, la industria y el comercio florecieron, pero no es menos cierto que también fue el rey más tirano y depravado de la historia de Inglaterra.

Excelentemente adaptada por el propio Bolt, el film plantea una cuestión tan actual – por no decir eterna – como el derecho a la objeción de conciencia, el dilema entre la necesidad íntima de ser fiel a uno mismo o la opción de auto traicionarse en aras a una conveniencia política que, en este caso que nos ocupa va ligada en la práctica a la supervivencia. Thomas More (en inglés) fue un hombre noble, ecuánime e íntegro que mantuvo sus principios hasta las últimas consecuencias. Los brillantes diálogos condensan un film quizás algo frío y académico, aunque impecable y sereno en su desarrollo, gracias a una magistral música de Georges Delerue, la fotografía elegante de Ted Moore, los secundarios de la talla de Wendy Hiller (Alice More), Susana York (Margaret More) y Vannessa Redgrave (Ana Bolena), dan al film una impecable factura. Sir Tomas Moro tenía la dignidad de un filósofo y la fe de un mártir. Un santo que fue canonizado en 1935 por el Papa Pío XI.
Antonio Morales
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