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Voto de Antonio Morales:
9
Drama. Comedia Franquismo, años cuarenta. En una compañía de cómicos de la legua medio emparentados entre sí, aunque no recuerdan con precisión cuál es su parentesco, surgen amores y desamores. Hay separaciones dolorosas y encuentros felices; el trabajo se entremezcla con el amor, los problemas económicos con los familiares, y el hambre con el sueño de alcanzar el triunfo. (FILMAFFINITY)
18 de agosto de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando Fernán Gómez fue un artista polifacético, que podría haber vivido en el renacimiento por su talento y su categoría de genio. Dominó con maestría todas las facetas del teatro, el cine y la literatura. Supo retratar con maestría entre éxitos y fracasos, la España de la postguerra con films que están en la memoria de todos. Películas estimulantes, llenas de inventiva, con una serena mirada entre lo grotesco y lo esperpéntico, donde la visión crítica y reelaborada de la personalidad de lo español es lo esencial. “El viaje a ninguna parte” nos pone en contacto con algunos de los temas, experiencias y resoluciones cinematográficas que han ido jalonando la trayectoria de esta artista total.

La película abarca muchas ideas, muchos conceptos narrativos, diferentes registros emocionales y estéticos. Su estructura es tan itinerante como la de los propios protagonistas, un grupo de cómicos que recorren puebluchos y aldeas mugrientas por casinos y bares, ofreciendo sus espectáculos ingenuos y pícaros en la España mísera y hambrienta de postguerra. Amenazados por la sombra de las proyecciones cinematográficas ambulantes que empiezan a estar más solicitadas que sus clásicas comedietas y durmiendo en cuartuchos corroídos por la humedad, sus vidas languidecen entre la penuria y los sueños. La emotiva y desgarrada historia es narrada en varios “flashbacks” por su protagonista, Carlos Galván (José Sacristán), quien desde un asilo pasa repaso a su vida.

El film es una crónica cotidiana, a menudo tierna, y en muchos momentos cruelmente irónica, transitando por caminos angostos de piedras y barro, con sus maletas de cartón, entumedicidos del frío en sus abrigos raídos. Pero también es una reflexión sobre los recuerdos y la ficción, sobre la memoria que se deja seducir a veces por vivencias imaginadas, confundiendo la realidad con los deseos. En el fondo, el film intenta evidenciar que al final de la existencia humana lo que realmente importa son los hechos recordados, al margen de que hayan sucedido o no. “El viaje a ninguna parte”, precioso título, nunca mejor podría describirse el film, más allá de sus conjeturas entre ficción y realidad. El periplo tragicómico del grupo de actores por una España desolada, patética en muchos aspectos, triste pero salpicadas de anécdotas jocosas producto de la reflexión del cineasta, sobre un mundo que le es cercano, se convierte en lo más estimulante de la propuesta global.

De una factura impecable, este grandioso e imperecedero film cuenta con unas secuencias antológicas que por su genialidad y humanismo – ese monólogo de Galván reivindicando su derecho al trabajo, me recordó al James Stewart en su monólogo ante el senado en “Caballero sin espada” - forman parte de nuestra memoria, además de un grupo de actores españoles que todos conocemos, acordes con los personajes y que nada tiene que envidiar a los “castings” americanos. Una historia inmortal que refleja las virtudes y defectos del ser humano pero desde el cariño y la comprensión, y por supuesto, constituye un homenaje a aquellos “cómicos de la legua”. Una película para revisarla muchas veces.
Antonio Morales
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