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Voto de Antonio Morales:
8
Drama Charlotte es una famosa concertista de piano que ha estado tan volcada en su carrera que no ha visto a su hija Eva en siete años. Eva, que vive con su marido, un pastor protestante, y con una hermana gravemente incapacitada, mantiene con su madre una relación de amor-odio. Después de tantos años, Charlotte decide ir a visitarlos, pero el encuentro pronto se convertirá en un tenso duelo entre madre e hija. (FILMAFFINITY)
25 de marzo de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Ingmar Bergman siempre fue muy personal…, en este siglo XXI en el que reina el videoclip, la violencia extrema, el 3D y los efectos digitales por ordenador, el universo del cineasta sueco o suena a momia jurásica, o es denostado por su lenguaje cinematográfico, ajeno al cine de brincos, parpadeos y frenesí. Ningún espectador de “Spiderman” “El ataque de los clones” o “Los cuatro fantásticos” aguantaría en la butaca la claustrofóbica psicología Bergmaniana: los largos planos de los cielos plomizos de “El silencio”, la charla eterna de la pareja en crisis que se canibaliza moralmente en “Secretos de un matrimonio”, la agonía sin palabras de la mujer en “Gritos y susurros”. Todo eso pertenece a un tiempo en el que estaba prohibido comer palomitas en las salas donde un público respetuoso y atento interpretaba las imágenes desde los códigos eternos de la cultura, el arte y el pensamiento.

Un tiempo en el que Bergman escribió las mejores páginas de un cine cuya mayor aventura consistía en explorar con metáforas visuales los recovecos donde se esconden los secretos más profundos del alma. El maestro murió, cansado y escéptico, siempre fue un cascarrabias, pero los años y la melancolía acentuaron la distancia respecto a sí mismo, como si le dolieran hasta las huellas de su propia estela de genio, rabia y talento. “Sonata de otoño” pertenece a esta última etapa de su vida, donde tenía la oportunidad de trabajar con Ingrid Bergman en un drama intimista y sórdido, la actriz sueca realiza un trabajo asombroso sin desmerecer del resto del reparto. Hacía muchos años que no la había visto, aunque guardaba un grato recuerdo, y me ha vuelto a emocionar.

La película se centra en la relación tempestuosa entre una famosa pianista, Charlotte (Ingrid Bergman) y su hija Eva, a la que ésta ha dejado de lado a causa de su carrera profesional. Tiene dos hijas: Eva (Liv Ullman) y Helena que está gravemente incapacitada desde hace muchos años. Eva, la hija mayor, cuida a su hermana para olvidar la pérdida de su único hijo ahogado en un accidente. Está casada con Viktor, pastor en una pequeña parroquia de pueblo. Eva, que no ha visto a su madre en casi siete años, la invita a su casa. Una historia sincera y amarga, cruel y realista que aborda los temas recurrentes del cineasta, el egoísmo, la familia, la angustia, el rencor, la insatisfacción personal, la soledad y la redención. Narrada con la sencillez habitual del cineasta y con una fotografía en color espléndida de su operador habitual, Sven Nykvist, la música de Bach y Chopin. Un “tour de forcé” de dos actrices colosales que le otorgan a la película una notable calidad. Un gran trabajo del más lucido de los cineastas existencialistas.
Antonio Morales
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