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Voto de Antonio Morales:
9
Drama. Intriga Al poco tiempo de perder a su esposa Rebeca, el aristócrata inglés Maxim De Winter conoce en Montecarlo a una joven humilde, dama de compañía de una señora americana. De Winter y la joven se casan y se van a vivir a Inglaterra, a la mansión de Manderley, residencia habitual de Maxim. La nueva señora De Winter se da cuenta muy pronto de que todo allí está impregnado del recuerdo de Rebeca. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anoche volvía ver por enésima vez esta fascinante película, y volví a sentir la angustia, la inquietud, el desasosiego y esa atmósfera onírica e irreal que desprende el film, conducido con mano maestra por Hichcock en su debut americano, pero también hay que destacar a ese gran productor que fue David O. Selznick, que puso toda la maquinaria de Hollywwod al servicio del maestro inglés.
La popularidad de la novela de Daphne du Maurier, de quien posteriormente Hitchcock adaptaría también "Los pájaros”, el peso específico de los actores – Laurence Olivier y Joan Fontaine - que realizan un gran trabajo, y el éxito comercial del film han sido factores que quizá hayan contribuido a destacar la importancia de este film, por otra parte también condicionado por la falta de experiencia del realizador en un contexto extraño, distinta forma de trabajar con respecto a la anterior etapa inglesa y el control férreo de Selznick.

Y sin embargo, “Rebeca” funciona tras 72 años simultáneamente como un apasionante melodrama romántico, como una siniestra historia necrófila, como un cuento de hadas perverso y como un thriller alambicado e inquietante. Cada uno de esos elementos basta para mantener la solidez de “Rebeca” pero sólo mediante su conjunción se llega a ese resultado atemporal, aunque los personajes son estereotipos: el marido atormentado por su pasado, la esposa ingenua y tímida, la criada celosa y malvada, el amigo cruel.

La grandeza de “Rebeca” reside en el recurso dramático de la estructura de relaciones en torno a un personaje ausente que gira alrededor de un vacío cuya presencia únicamente se intuye a partir de referencias; éstas serán al principio objetos – un jarro, un tocador, una habitación, unas iniciales – pero después llegarán a abarcar el propio comportamiento de los personajes. El ama de llaves constituye un primer doble físico de Rebeca proyectando sobre ella toda su ambición y maldad; pero la nueva señora de Winters se convertirá también, involuntariamente, en el segundo doble de Rebeca recogiendo su belleza y majestuosidad en la escena que precede al baile de máscaras.

El comportamiento de todos los personajes radica en la ambigüedad: el marido en su doble atracción hacia el pasado y el futuro, la nueva señora de Winter debatiéndose entre su ingenuidad y el deseo de asimilar la personalidad de Rebeca para complacer a su esposo, la criada manteniendo vivo el recuerdo de algo irrepetible. Por otra parte, visualmente Hitchcock ofrece uno de sus más sugerentes espectáculos, tanto mediante la movilidad de una cámara que alterna la descripción con la psicología como a través de un decorado – Manderley – cuyo misticismo sólo podrá compararse en la Historia del cine con Xanadú (Ciudadano Kane).
Antonio Morales
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