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Voto de ialpresa:
9
8,1
37.361
Intriga
A casa de dos estudiantes van llegando los invitados a una especie de fiesta de fin de curso. El invitado que más temen es su tutor y profesor, un astuto criminólogo que sostiene que el crimen perfecto no existe, aunque ellos se han propuesto demostrar lo contrario. En efecto, con su llegada crece cada vez más la tensión y el nerviosismo de los jóvenes. Y no es para menos, porque tienen un cadáver encerrado en el arcón que sirve de mesa para la cena. (FILMAFFINITY) [+]
28 de enero de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hitchcock, como siempre, meciendo la cuna del suspense como pocos directores en la historia. ¡Qué mimo, qué delicadeza! Para ello se sirve, nada más y nada menos, que de Stewart, que está sublime en su interpretación: su presencia llena toda la escena, se apodera de ella plenamente cuando tiene toda la cámara para él. ¡Pero si parece que la soga cuelga de tus manos cuando te penetra su mirada! Sin duda, éste es uno de los sellos de la película. Otro, como no, es el plano secuencia. A veces llegas a preguntarte si no estás en el teatro. Es entretenido observar, también, cómo Hitchcock aprovecha ciertos momentos para asegurar la escena, en ocasiones es más forzado, pero otras veces apenas se advierte.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Cuando Stewart reconoce las iniciales del asesinado en el sombrero que le dan por equivocación, empieza el verdadero baile. Hitchcock se pone a hilvanar, entonces, sin precipitaciones, con agudísima finura, los pasos que conducen al evidente instante final: la apertura del arcón. La discusión sobre la irreverencia ante los valores tradicionales de lo bueno y lo malo transporta a ciertos pasajes de Dostoyevski, pero todavía hay algo más: Hitchcock nos señala, a través de Stewart, el peligroso aislamiento que producen los «laboratorios» académicos de ciencias sociales en sus miembros, aislamiento que, por ausencia de contraste con el mundo práctico exterior, conduce en ocasiones a indigestiones teóricas nada desdeñables.
Como colofón, Hitchcock nos regala unos segundos de reposo entre sonidos de sirenas policiales. En una atmósfera de desesperanza, cuando todo está perdido, todavía queda tiempo para tocar una última pieza al piano o para echarse un trago a gusto.
Como colofón, Hitchcock nos regala unos segundos de reposo entre sonidos de sirenas policiales. En una atmósfera de desesperanza, cuando todo está perdido, todavía queda tiempo para tocar una última pieza al piano o para echarse un trago a gusto.