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Voto de CuchiCuchi:
10
8,0
19.847
Drama
Frederick Manion (Ben Gazzara), un teniente del ejército, asesina fríamente al presunto violador de su mujer (Lee Remick). Ella contrata como abogado defensor a Paul Biegler (James Stewart), un honrado hombre de leyes. Durante el juicio se reflejarán todo tipo de emociones y pasiones, desde los celos a la rabia. Uno de los dramas judiciales más famosos de la historia del cine. (FILMAFFINITY)
27 de mayo de 2009
39 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de verla anoche, acabo de añadir esta película a la lista de mis 10 favoritas. No la he visto por primera vez ahora. Ni por segunda vez. Yo diría que la habré visto unas quince veces. Y siempre me ha parecido buenísima. ¿Por qué entonces precisamente hoy la señalo con tan (tibio) honor? Pues os cuento.
Allí estaba yo viendo la escena esa en la que James Stewart le pide a Arthur O'Connell que le ayude a preparar el caso. Esa escena en la que siempre se me salta una lágrima, como mínimo. Y cuando terminó, tras enjugar esa lagrimita con el puño del pijama, me di cuenta justamente de eso: siempre se me salta una lágrima en esa escena.
Y caí en la cuenta de otras cosas. Siempre siento que me alcanza, como un puño de energía invisible, el altísimo voltaje generado en los duelos entre Stewart y George C. Scott. Siempre suelto la misma risita tonta y sana (mi mujer: "Pero, ¿no la habías visto?") cuando el gran Jimmy sale del despacho del Fiscal tras haberle sonsacado la información secreta sobre el polígrafo. Siempre me quedo literalmente suspendido por los huevos, con perdón, cuando el juez reflexiona un segundo sobre la protesta decisiva del fiscal (¡mientras da cuerda a su reloj de mano ante la expectación de la sala entera, qué hallazgo!) para finalmente decir:
Allí estaba yo viendo la escena esa en la que James Stewart le pide a Arthur O'Connell que le ayude a preparar el caso. Esa escena en la que siempre se me salta una lágrima, como mínimo. Y cuando terminó, tras enjugar esa lagrimita con el puño del pijama, me di cuenta justamente de eso: siempre se me salta una lágrima en esa escena.
Y caí en la cuenta de otras cosas. Siempre siento que me alcanza, como un puño de energía invisible, el altísimo voltaje generado en los duelos entre Stewart y George C. Scott. Siempre suelto la misma risita tonta y sana (mi mujer: "Pero, ¿no la habías visto?") cuando el gran Jimmy sale del despacho del Fiscal tras haberle sonsacado la información secreta sobre el polígrafo. Siempre me quedo literalmente suspendido por los huevos, con perdón, cuando el juez reflexiona un segundo sobre la protesta decisiva del fiscal (¡mientras da cuerda a su reloj de mano ante la expectación de la sala entera, qué hallazgo!) para finalmente decir:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
- Se rechaza la protesta.
Siempre..., siempre, siempre. No a veces. No con mucha frecuencia. Siempre. Y siempre es siempre.
Por la misma razón por la que las anécdotas que más gracia nos hacen son las de nuestra antigua pandilla, las cuales hemos contado y oído miles de veces. Por la misma razón, yo qué sé, por la que nos casamos con nuestra mujer y no con otras novias que eran más guapas. Por esa razón, porque descubrimos eso tan cursi que es que algo forme parte de nosotros, con naturalidad, sin haberlo elegido, y sin que eso nos suponga alcanzar un estado de armonía cosmológica con el karma. Es como descubrirse una pierna y tocarla: siempre la sentiremos.
Siempre..., siempre, siempre. No a veces. No con mucha frecuencia. Siempre. Y siempre es siempre.
Por la misma razón por la que las anécdotas que más gracia nos hacen son las de nuestra antigua pandilla, las cuales hemos contado y oído miles de veces. Por la misma razón, yo qué sé, por la que nos casamos con nuestra mujer y no con otras novias que eran más guapas. Por esa razón, porque descubrimos eso tan cursi que es que algo forme parte de nosotros, con naturalidad, sin haberlo elegido, y sin que eso nos suponga alcanzar un estado de armonía cosmológica con el karma. Es como descubrirse una pierna y tocarla: siempre la sentiremos.