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Voto de Vivoleyendo:
6
Drama. Romance Vittoria (Monica Vitti), tras una acalorada discusión, decide romper con su novio Riccardo (Francisco Rabal). Mientras disfruta de su libertad en compañía de su madre, conoce a Piero (Alain Delon), un joven y atractivo corredor de bolsa, un seductor arrogante con el que mantiene un apasionado romance. (FILMAFFINITY)
2 de febrero de 2011
35 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
La urbe se come el paisaje, tachonándolo de edificios en construcción, modernos bloques de apartamentos de líneas funcionales en la periferia de la ciudad, rivalizando con las céntricas casas señoriales de aire vetusto. Calzadas, vehículos. La inundación de lo artificial, la profusión de la futilidad, devorando un entorno natural que se resiste a perder su amenazada lozanía. El materialismo, moneda de cambio actual, se advierte en cada rincón, en el asfalto, en los ladrillos, en las paredes, en la mirada fatigada de Vittoria, en el vicio de su madre hacia las inversiones compulsivas en Bolsa que le dan un aspecto de algo patética urraca en busca desesperada de tesoros tan volátiles como la niebla.
Vittoria, joven y bonita, traductora de libros, está cansada. Está harta de Ricardo, al que ya no le une nada más que vacío. La escena inicial, de la ruptura de la pareja, es bastante significativa. Ella comunica al espectador una angustia contundente, agobiante. Lo que la unía a Ricardo ya ha volado con el viento del olvido. ¿Qué elegir? ¿La soledad en pareja, o la soledad individual? Vittoria ya no soporta esa sensación aplastante de estar sola al lado de alguien. Por eso huye de Ricardo. Huye por el desabrido asfalto en un círculo vicioso de más incomunicación, buscando a su madre embarrancada en la cacofonía de gritos de ese sitio infernal que llaman Bolsa. El desagrado ante tal pandemónium de voces histéricas y brazos gesticulando es patente, tanto en la incomodidad de Vittoria, quien está a todas luces fuera de lugar en semejante ambiente, como en el rechazo que despierta en espectadores como una servidora. No podría sentirme más a años luz de todo eso de las inversiones bursátiles, un día ganar diez millones y al otro perder cincuenta, y los enganchados a ese juego del dinero mirando como hipnotizados una tabla con nombres de a saber qué entidades junto a cifras que no me dicen nada. Un montón de energúmenos vociferando por toda la sala. Nadando con soltura entre la marea, un Alain Delon por el que sí valdría la pena sufrir un infarto, y no por la compraventa de humo.
Vittoria y Piero. Ella, ciclotímica mujer de letras, ahora risueña y traviesa, al minuto siguiente deprimida y vacilante, como un pájaro inquieto que a ratos se divierte volando pero que se asusta al no hallar un lugar en el que posarse. Él, activo, práctico y decidido hombre de números, depredador de liras y corazones, un galán de los de saque y derribo, seguro de sí y del poderío de su imparable atractivo. Pero en esta modernidad de valores trastocados el galanteador ya no las tiene todas consigo, y la bella en edad de merecer no sueña con príncipes azules.
El amor parece también manchado, dubitativo, a medio hacer, condenado desde el comienzo por los lastres de estos tiempos; hasta los romances deben ser de diseño, como los edificios nuevos de los barrios elegantes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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