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Voto de Vivoleyendo:
5
6,2
14.697
Drama
A principios de los ochenta, un congresista americano aficionado a la diversión, una mujer de la alta sociedad de Houston defensora acérrima de las buenas causas y un agente de la CIA apasionado por los retos, conspiraron para llevar a cabo la mayor operación secreta de la historia. Joanne Herring (Julia Roberts), una de las mujeres más ricas de Texas y virulenta anticomunista, convenció al congresista Charlie Wilson (Tom Hanks) para ... [+]
10 de marzo de 2008
17 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto me recuerda a esos tradicionales juegos de plataforma de la videoconsola, en los que la diversión consiste en cargarse a todo lo que se mueva para ir pasando las pantallas. Yo jugué en mis tiempos a buena parte de lo que me echaran, en aquellos rudimentarios ordenadores de hace la tira y en aquellas consolas primerizas que por entonces nos parecían la leche, y eso que no existían los DVD's y los juegos no poseían, ni por asomo, el poderío visual que poseen los de ahora. Recuerdo que en aquellos ordenadores que se pusieron tan de moda y cuyo consumo en masa estaba destinado mayoritariamente a los chavalines (Spectrum 48K, Spectrum 128K, Atari...) el formato de los juegos era una cosa bastante cutre pero que hacía furor. Eso de estar media hora cargando el juego, que venía en una cinta de cassette, y que solía joderse en el último minuto, justo antes de que terminase de cargar... Ah, qué tiempos aquellos. Total, que nos pasábamos no pocas horas enganchados.
Pero una cosa era un juego de plataformas y otra cosa es querer llevar el jueguecito al terreno real.
Eso de "somos-yanquis-chuloplayas-héroes-matarrusos" es una canción demasiado desgastada ya, y excesivamente manida. A una se le viene a la cabeza la imagen de esos dignos congresistas, espías y demás morralla que se erigen en Jueces Supremos del Universo, cargados con un bazooka y disparando a diestro y siniestro dentro de una pantalla de catorce pulgadas. No puedo evitarlo.
El principal problema que le veo yo a esta película es su tufo a maniqueísta, manipuladora y alarmantemente escasa de alguna bienhechora dosis de autocrítica. Charlie Wilson es el puto amo, el Héroe Nacional de la Guerra Fría. Vamos, que sólo falta santificarlo. No te jode. Su lema es "oferta 3x2: mata tres rusos y te regalaremos dos noches de hotel gratis en el Waldorf Astoria para dos personas". Y si es más chulo, sólo le falta mear petróleo. Y qué decir del espía "me-divierto-matando-rusacas". Y de la moralista y rectísima tipa pija que se tira a quien le conviene con el objetivo, cómo no, de matar rusos.
Los yanquis eran los héroes, poco menos que una madre Teresa de Calcuta, vaya. Y todos los soviéticos al parecer eran escoria. Afganistán, Pakistán etc. no eran más que un mero pretexto para una demostración de prepotencia y de "aquí-está-USA-con-con-sus-masters-del-universo-como-ángeles-salvadores".
Ya no me trago esa cantinela. En las guerras no hay más héroes que los que sufren lo indecible desde la sombra sin cargar un arma, sin atentar contra nadie.
Y lo peor es la hipocresía de quienes se nombran a sí mismos como dioses redentores. Vale, los soviéticos jodían a troche y moche, pero, ¿qué país no jodía a sus vecinos de alguna u otra forma? Ya conocemos el dicho: el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra. ¿Tenía Estados Unidos derecho a tirar la primera piedra? ¿Estaba libre de culpa?
Pero una cosa era un juego de plataformas y otra cosa es querer llevar el jueguecito al terreno real.
Eso de "somos-yanquis-chuloplayas-héroes-matarrusos" es una canción demasiado desgastada ya, y excesivamente manida. A una se le viene a la cabeza la imagen de esos dignos congresistas, espías y demás morralla que se erigen en Jueces Supremos del Universo, cargados con un bazooka y disparando a diestro y siniestro dentro de una pantalla de catorce pulgadas. No puedo evitarlo.
El principal problema que le veo yo a esta película es su tufo a maniqueísta, manipuladora y alarmantemente escasa de alguna bienhechora dosis de autocrítica. Charlie Wilson es el puto amo, el Héroe Nacional de la Guerra Fría. Vamos, que sólo falta santificarlo. No te jode. Su lema es "oferta 3x2: mata tres rusos y te regalaremos dos noches de hotel gratis en el Waldorf Astoria para dos personas". Y si es más chulo, sólo le falta mear petróleo. Y qué decir del espía "me-divierto-matando-rusacas". Y de la moralista y rectísima tipa pija que se tira a quien le conviene con el objetivo, cómo no, de matar rusos.
Los yanquis eran los héroes, poco menos que una madre Teresa de Calcuta, vaya. Y todos los soviéticos al parecer eran escoria. Afganistán, Pakistán etc. no eran más que un mero pretexto para una demostración de prepotencia y de "aquí-está-USA-con-con-sus-masters-del-universo-como-ángeles-salvadores".
Ya no me trago esa cantinela. En las guerras no hay más héroes que los que sufren lo indecible desde la sombra sin cargar un arma, sin atentar contra nadie.
Y lo peor es la hipocresía de quienes se nombran a sí mismos como dioses redentores. Vale, los soviéticos jodían a troche y moche, pero, ¿qué país no jodía a sus vecinos de alguna u otra forma? Ya conocemos el dicho: el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra. ¿Tenía Estados Unidos derecho a tirar la primera piedra? ¿Estaba libre de culpa?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Vale que la Unión Soviética tenía en jaque a unos cuantos vecinos suyos, y supongo que cuando a uno le invaden y le acribillan no es posible quedarse de brazos cruzados. Pero de ahí a que alguna nación se proclame como héroe, hay años-luz de distancia.
Y eso es lo que principalmente me disgusta de este asunto. Ni siquiera han tratado de darle un tinte más o menos equitativo. Son descaradamente y cansinamente autocomplacientes en esta película, y su supuesto aire humorístico de bufoncillos graciosillos con el chistecito debajo de la lengua no consigue ocultar el mediocre resultado. Me reí en algunas ocasiones porque no podía menos, siendo testigo del ingenio sobre el tablero de juego (en el que las fichas contrincantes correspondían a la URSS y Afganistán, movidas clandestinamente por hilos estadounidenses a través de intermediarios como Israel, Arabia Saudí o Pakistán), de tales tipos simpatiquillos y cínicos que se nos presentan como ejemplo a seguir.
Anda ya. Que me pongan a gente que se regodea en el asesinato, donando millones para armas y derribando aviones y helicópteros y que encima te lo presenten como el acto más heroico desde que se descubrió la penicilina, es simplemente patético.
Total, peliculilla estereotipada y condescendiente donde las haya, cuyo único mérito es el de reflejar fielmente una paranoia colectiva en la que unos eran los buenos (EEUU) y los otros, los malos (URSS). Y que, lamentablemente, dicha paranoia persisitió durante mucho tiempo y aún hoy perdura.
Sencillamente, no hay bandos buenos en la guerra. Sólo hay quienes joden y quienes son jodidos. Y todos acaban perdiendo de algún modo. Aunque sea su propio sentido del ridículo y de la vergüenza.
Y eso es lo que principalmente me disgusta de este asunto. Ni siquiera han tratado de darle un tinte más o menos equitativo. Son descaradamente y cansinamente autocomplacientes en esta película, y su supuesto aire humorístico de bufoncillos graciosillos con el chistecito debajo de la lengua no consigue ocultar el mediocre resultado. Me reí en algunas ocasiones porque no podía menos, siendo testigo del ingenio sobre el tablero de juego (en el que las fichas contrincantes correspondían a la URSS y Afganistán, movidas clandestinamente por hilos estadounidenses a través de intermediarios como Israel, Arabia Saudí o Pakistán), de tales tipos simpatiquillos y cínicos que se nos presentan como ejemplo a seguir.
Anda ya. Que me pongan a gente que se regodea en el asesinato, donando millones para armas y derribando aviones y helicópteros y que encima te lo presenten como el acto más heroico desde que se descubrió la penicilina, es simplemente patético.
Total, peliculilla estereotipada y condescendiente donde las haya, cuyo único mérito es el de reflejar fielmente una paranoia colectiva en la que unos eran los buenos (EEUU) y los otros, los malos (URSS). Y que, lamentablemente, dicha paranoia persisitió durante mucho tiempo y aún hoy perdura.
Sencillamente, no hay bandos buenos en la guerra. Sólo hay quienes joden y quienes son jodidos. Y todos acaban perdiendo de algún modo. Aunque sea su propio sentido del ridículo y de la vergüenza.