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Voto de Vivoleyendo:
10
Bélico. Drama Año 1937. Guerra chino-japonesa. En su avance por territorio chino, las tropas niponas llegan hasta Nanking, la capital, donde cometen toda clase de atrocidades. La historia sigue el destino de varios personajes, unos ficticios y otros reales. (FILMAFFINITY)
14 de noviembre de 2010
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me voy a la cama cada noche con la tranquilidad del silencio. Sé que no voy a temblar de terror oyendo el estruendo de las bombas cayendo cerca. No voy a tener que rezar para no ser la siguiente a quien le caiga encima un proyectil, o para serlo de una vez y acabar con el tormento. Sé que ahí fuera, en mis calles, no están masacrando a la inocente población civil, no suenan ráfagas de disparos asesinos, que atraviesan, en los que aún no han caído, esa cuerda tensa de un sistema nervioso ya demasiado agotado, hasta el límite de la insensibilidad, tras vagar como muertos en vida un día más por un mundo devastado.
Sé que al levantarme las casas seguirán igual, la calle se desperezará con ese dulce aroma de una mañana limpia recién estrenada, en la que no va a ocurrir nada que no sea el benigno deslizarse de las horas en un regalo de calma que tanto escasea en este planeta.
Nací y he crecido conociendo la paz en mi vida. Un regalo demasiado, demasiado precioso que yo he tenido la incalculable fortuna de recibir.
Y miro a ese Nanking destrozado de hace más de setenta años, miro las atrocidades, los crímenes para los que los calificativos se quedan alarmantemente cortos, miro cómo a toda esa desgraciada gente, que tan sólo tenía una vida que vivir, al igual que yo, al igual que todos, se la arrebataron de todas las formas posibles. Un infierno tan indescriptible que quizás la muerte no era el peor de los castigos. El ser humano ha ideado infinitas formas de matar el alma y el cuerpo, y quizás todas tengan su representación en la Masacre de Nanking.
Un episodio que sobrepasa tanto cualquier capacidad de asimilación, y las compuertas de las emociones más profundas, que el llanto se queda corto, inútil, ridículo, para llorar tanta desdicha. Cuando el horror traspasa todo lo imaginable, algunos se sumen en una especie de pasmo aletargado en el que es imposible derramar lágrimas, expresar algo que no sea un silencio estremecido que es el grito más elocuente, el único medio de dar forma a algo informe, monstruoso.
“Ciudad de vida y muerte” no es más que un débil eco en la ficción del grito mudo que miles de de gargantas en Nanking no pudieron proferir, el que no es posible oír en este mundo, como si nuestros limitados oídos no estuviesen hechos para captar la frecuencia del sufrimiento sobrehumano.
Y, aún siendo un débil eco, es uno de los testimonios ficticios más desgarradores sobre el cine bélico jamás filmados.
Tal vez muchos de ellos alzaron sus manos y marcharon a la muerte con el único pero suficiente consuelo de que otras personas que vendrían más tarde, personas como yo, sabrían lo que es vivir en paz.
Vivoleyendo
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