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Voto de Vivoleyendo:
7
Drama Adaptación de la novela homónima de Salvatore Gotta. Narra la desdichada y rocambolesca vida de la estrella de cine Gaby Doriot (Isa Miranda). Tras un intento fallido de suicidio, es ingresada en un hospital, donde bajo los efectos de la anestesia empieza a rememorar su pasado y sus desventuradas y trágicas relaciones amorosas. Tras escapar de la Alemania Nazi, Max Ophüls se estableció definitivamente en Francia. Ésta es su única ... [+]
10 de octubre de 2010
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solemos dar por hecho, o asumir erróneamente, que las estrellas del firmamento de la fama tienen todo lo que necesitan. Que ganando tanto dinero, poseyendo tanta influencia en los medios y en la opinión pública, siendo admirados por millones de fans, tienen a su alcance todo cuanto desean, que el amor les cae a los pies como manzanas maduras caen del árbol, que son felices como a veces lo son los personajes que interpretan.
Cometemos el fallo de confundir persona y personaje, humanidad y divinidad. Proyectamos en esa imagen unas expectativas idealizadas, pensando inconscientemente que posee más que la gente anónima.
Se nos olvida que nació de mujer, como los demás, que es de carne y hueso, que ha pasado por las mismas etapas (niñez, adolescencia, madurez…), que probablemente ama y es amado/a, que ha sufrido o sufre en la actualidad físicamente y psíquicamente alguna vez o con frecuencia, que tiene esperanzas y temores, que le habrán dado calabazas y/o las habrá dado… Que es una persona. Y que la vida no es un cuento de hadas. La realidad supera a cualquier ficción.
Detrás de la despampanante y glamourosa Gaby Doriot el márketing ha arrojado puñados de confetti, ramos de rosas y regado con perfume, desplegando sobre su pasado una cortina vaporosa. La faceta de estrella es una proyección de los sueños colectivos, y como tal ha de ofrecer al público lo que éste quiere. No es admisible (ni rentable) que los medios de comunicación de masas declaren la verdad sobre la bella actriz. ¿Qué interés, y qué estampa idílica, guarda el que su madre muriera pronto, que haya crecido bajo la tutela de un padre de modesta clase social, y que haya sido desgraciada en amores? ¿Para qué empañar su reputación declarando que un escándalo saltó, sin tener Gaby la culpa, cuando un profesor se enamoró de ella estando casado y con hijos? ¿Para qué ensuciar su impoluta aureola con el relato de sus miserias?
Su foto se imprime en miles de ejemplares, su nombre destella en los cines, copa las portadas de los periódicos y atraviesa las ondas de radio, las compañías cinematográficas se la disputan y negocian con números de muchas cifras. Y ella, la auténtica Gaby, la mujer que hay debajo de tanto montaje, ha intentado suicidarse.
La montaña de humo está a punto de desplomarse… Y el objeto de tanto delirio yace en una mesa de operaciones, recordando por qué ha acabado así.
Se suponía que las estrellas son siempre felices. Que no tienen problemas. Que comen perdices. Que no intentan suicidarse. Y, si se desvían y sus tropiezos salen a la luz, se les saca provecho igualmente.
Algo falla en las creencias generales. Sobre todo la idea de que las estrellas tienen el mundo a sus pies.
Y no captamos que a menudo están tan solas como el más abandonado de los mendigos.
Vivoleyendo
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