Puede que Wes Craven y su compañero de batalla Kevin Williamson siempre escriban historias parecidas, pero en esta tercera parte todavía les quedaban sorpresas, igual que iba a pasar en la cuarta (y para mí la mejor de todas por el momento). Cualquiera de las partes de Scream, o incluso su serie, son pura diversión y es así como deberíamos verlas, no esperando que sea una obra maestra y que vaya a superar a todas las demás. Es divertido y emocionante ver a todos los tarados por los que va pasando la Máscara del Fantasma. Disfrutamos con la angustia de Campbell, con la soberbia de Cox y con nuestro blandito Arquette. Nos divierte verlos correr, huyendo del asesino, sospechando de todos, incluso en algún momento de ellos mismos. Reconozco que en esta ocasión no lo vi venir. Todo es lo mismo de siempre, hasta que deja de serlo. Me gusta el vestuario de finales de los noventa, la música y hasta los horribles peinados que llevaban todas las chicas y que vuelven a estar peligrosamente de moda. La música de Beltrami nos atrapa en esa época, en la que todavía quedaba un poquito de teléfono fijo y del sonido normal de las llamadas, esas que pondrán a prueba a todos los protagonistas. Es verdad, sus papeles son siempre iguales, y el misterio tiene que ser, por norma, resuelto en esta tercera entrega. ¡Y vaya si lo vamos a resolver! Puede que no sea del gusto de todos, pero al menos Craven nos hace sonreír con sus malditas normas del slasher y en cómo pueden cambiar si hay una trilogía. La cuarta película me pareció fantástica, y hay muchas ganas de ver en qué convierten con la quinta la franquicia que creó un genio de la comedia/terror. Que se abrió ante su público escribiendo y dirigiendo sobre miedos y obsesiones que había tenido desde pequeño. Tanto Williamson como Craven nos hacen constantes guiños a todo esto, desde Dawson Creek, pasando por Pesadilla en Elm Street, hasta Scream o el Sótano del Miedo.

Scream 3 tuvo el problema de la violencia generada en Estados Unidos (y que no es nueva), pero desgraciadamente tuvieron que eliminar muchas escenas e incluso se iba rescribiendo el guion y grabando casi al momento. Las críticas fueron negativas, aunque recaudó más de los millones que se usaron para hacerla (el terror siempre vende). Craven tuvo que intervenir en varias ocasiones porque los productores y el estudio querían más humor ácido que violencia, a lo que Craven respondió que entonces la película no era Scream, sino otra. Hubo varias ideas para finalizar la tercera entrega. Williamson tuvo que trabajar mano a mano con Erther Krueger que fue el que pulió los detalles. El final no pudo ser el deseado por la presión mediática en esos momentos con los adolescentes como protagonistas en Estados Unidos de actos de violencia influidos por terceras personas. Neve Campbell aparece poco porque tenía una agenda apretada ese año.

Aunque se haya comentado que el metraje había perdido frescura y originalidad, finalmente el desenlace no está nada mal.