Increíble ejercicio de economía y aprovechamiento de recursos por parte de George A. Romero. Sin duda, estamos ante serie B, pero en el sentido más positivo del término. La gran capacidad de un cineasta de convertir el agua en vino, incluso a través de intérpretes poco conocidos para el gran público pero que dejan una sensación de aroma cotidiano digna de elogio.

"La noche de los muertos vivientes" está adivinando un género. Lo llamativo es que lo hace inventando muchas circunstancias que luego nos sonarán a tópicos por mil veces copiadas. No obstante, aquí son una gran expresión de creatividad, el guión de Russo y el propio Romero nos está anticipando el sendero que, por ejemplo, hoy en día explica fenómenos como "The Walking Dead".

De inmediato, más allá de la turba que se cierne sobre la casa, Romero entiende que la gracia del asunto radica en explotar la tensa relación entre los seres humanos que la habitan. Allí, esta cinta de bajo presupuesto se convierte en una maravilla a la que se le perdona cualquier posible defecto técnico.

¿Se le podría pedir más? Pues sí. Pero es que lo logra.