Para mi siempre es cita obligada ver la última de Lars Von Trier, enorme talento que como mínimo ofrece algo interesante, y si a esto le añadimos su radicalidad y el título de la película, la verdad es que el previsible cóctel de ver algo impactante está servido.

Y la verdad es que en muchos momentos lo es, pero yo diría que Lars ha perdido parte de la fuerza que le distinguió en algunas de sus películas (el proceso hospitalario del fallecimiento del padre no sobrecoge como debiera). A pesar de lo fuerte del tema, y de toda la serie de situaciones sexuales, el film no termina de impactar o incomodar como otros y, sorprendentemente está teñido de un aura moralizante, que vemos constantemente en el diálogo entre Gainsbourg y Skarsgard, fuera de lugar (las comparaciones sexo-pesca a veces resultan ridículas).

No obstante el amigo Lars sigue sin dejar indiferente, la historia se deja ver, y hace lo mínimo para que al menos, reconociendo que no voy a contar los minutos para ver cuando estrenan la segunda parte, si al menos acudiré a verla con moderado interés y curiosidad, pero esperando más que la primera. Dado que una historia como esta suele deambular por un increcendo de depravaciones, y con los finales a los que nos tiene acostumbrados el director (no recuerdo una película que acabe bien), creo que hay muchas posibilidades de acabar impactado y con mal cuerpo (esto Von Trier y Haneke lo bordan), lo cual, al fin y al cabo, no deja de ser lo que una busca, y es que un film te produzca algún tipo de fuerte impresión.