Son ya varias las críticas de películas de Atom Egoyan donde me repito, pero es que es tal la pena y lástima que siento por el, para mi, uno de los mejores directores de los 90, con algunas obras maestras en su haber, que no puedo dejar de repetirlo. Este talento del cine parece haber decidido en los últimos tiempos dedicarse a hacer telefilms, de buena factura, pero telefilms, películas en las cuales ya ni se atisba rastro del descomunal talento con el que nos ha obsequiado hasta Chloe.

En esta ocasión, es un poco mejor que otras, pero al mismo tiempo peor, ya que aquí hay una buena historia, y un elenco de actores sobresaliente, con un giro final de guion muy brillante e inesperado, y todo esto hace que el producto se digiera bien, se vea con atención, pero claro, es que en estos momentos aun teniendo buen material, Egoyan no consigue transmitir la emoción y fascinación que siempre han provocado sus películas.

Sobre esta buena base, Egoyan hace un ejercicio rutinario, correcto, de artesano con el piloto automático puesto, sin emoción, sin errores.

Bueno, esperemos que sea un bache, y que vuelva a desplegar su talento en algún momento.